Escrito por Néstor Ortiz.

Recordar el ’83, cuando ocurrió lo que casi ningún peronista esperaba.

1) En el ejercicio de nuestra organizada práctica política, actualmente centrada en la formación de cuadros vinculados a la gestión de estado, hemos verificado en forma por demás reiterada que en el universo que solemos denominar como "el activo militante", los compañeros pertenecientes a las nuevas generaciones, las cotidianamente denominadas como "sub-40 o sub-30", en toda oportunidad en la que deben referirse a sus raíces políticas suelen limitarse a la tan vapuleada crítica al neo-liberalismo de los '90 y, si de la continuidad histórica se trata, la referencia no va más allá de los "maravillosos '70".

2) Sin proponérselo explícitamente, y casi naturalmente, se omite, desde un llamativo desconocimiento, el '83, año de la primera y nunca imaginada hasta ese entonces derrota electoral del peronismo. Y quizá sea tiempo de recordar: Recuperada la democracia, los peronistas apostábamos a la seguridad del triunfo electoral de una fórmula anodina que a duras penas habían logrado alumbrar las encarnizadas luchas internas. Refugiados tras la memoria y la fotografía de Perón, pugnábamos por cargos, gobernaciones o futuros ministerios al tiempo que, mostrando nuestra peor cara, incendiábamos féretros en el obelisco. Practicábamos, y no sería ni la primera ni la última vez, un verdadero ejercicio de negación de la realidad, síntoma que pareciera ser una constante en nuestra historia movimientista y que como hecho natural está presente en prácticamente todos los sectores de nuestro peronismo, independientemente del grado de poder interno o externo que cada espacio político peronista haya logrado construir.

3) Frente al desafío electoral del '83 no nos hacíamos cargo del costo político significado por la exposición pública de los descalabros internos acaecidos luego de la muerte del general Perón, prolijamente registrados, en muchos casos con nombres y apellidos, en la memoria colectiva del conjunto de la sociedad argentina. Y tardamos en descubrir que nuestro peronismo era sólo una parte, importante y tal vez fundamental de la sociedad argentina, pero no eternamente mayoritaria en términos electorales

4) Contra todos los pronósticos propios y a favor de todas las predicciones ajenas, el peronismo, fue primero superado en concentraciones callejeras que prefiguraban una realidad política retóricamente negada y reprimida, y luego resultó electoralmente derrotado por esos incomprensibles y descalificados sectores y capas intermedias, para quienes las consignas legendarias de liberación o dependencia eran cosa del pasado y que, en aquel tiempo presente, reclamaban simplemente, y no era poco, democracia. Fantaseando con que esa palabra mágica abría fábricas, sanaba, educaba, etc. etc., se volcaron a las calles primero y a las urnas después, fuertemente acompañados por numerosos, humildes, silenciosos y definitivos votos peronistas. Y el peronismo fue derrotado. No cayó un sector anquilosado, no cayó una fórmula presidencial, sino que la derrota se llevó puesto a todo el peronismo, y a todos los peronistas.

5) El '83 marca el comienzo de un período de libre ejercicio de la soberanía popular. Y ese período de 30 años que llega hasta el presente merece una lectura ejemplificadora. En un mundo con coloratura social demócrata, presente significativamente en la política europea-mediterránea con la aparición de la Coalición del Olivo en Italia y Felipe González en España, para solo mencionar a nuestros ancestros políticos y sociales, el gobierno de Alfonsín impulsado por una nueva generación radical, vieja izquierda del tradicional partido de la "clase media" y que tras la muerte de Balbín había inaugurado con éxito el marketing político, comete un pecado de origen al querer vulnerar la identidad política plasmada en la organización sindical de la clase trabajadora argentina.

6) La incapacidad estructural del viejo partido radical para gestionar un estado muy complejo y deshecho por las dictaduras, a la cual se agregaba un espíritu revanchista que se ensañaba con el peronismo al que pretendía superar con el sueño del 3er. Movimiento Histórico, encontró sus límites en la formidable acción de una clase trabajadora organizada y poseedora insobornable de una proclamada y asumida identidad política que parió dirigentes de la talla de Ubaldini, y la CGT, viva en sus luchas internas, como siempre, despejó el camino para un nuevo tiempo peronista.

7) Llegado su tiempo, y transcurridos necesarios procesos de actualización y renovación, y mediando un fuerte e inaugural ejercicio de una casi inédita democracia interna, las urnas peronistas consagraron en una elección interna la candidatura de Menem, y el joven caudillo riojano mutó en el imaginario de los esquivos sectores medios desde un calco de Facundo Quiroga a un simpático y seductor "play boy" de origen árabe.

8) Menem inaugura un período de sobreactuaciones y continuando la ya irreversible tendencia mediática como herramienta básica en toda construcción de poder, muestra un gobierno "de derecha", con Alsogaray a la cabeza y a tono, no con la vieja Europa mediterránea, sino con los nuevos tiempos anglo-conservadores de Thatcher y Reagan. Eran tiempos de relaciones carnales con EE.UU.

9) La sociedad argentina, con fuerte condensación electoral en una geografía política ocupada por sectores medios y muy restringida al centro del país, ha sido en los últimos 50 años expresión real de un periodísticamente denominado "movimiento pendular" que, muchas veces por ignorancia y otras desde una mala fe con descalificatoria intencionalidad política, siempre se le adjudicó a Perón. Perón no era ni de derecha ni de izquierda. Sí podría afirmarse que tuvo una privilegiada escucha para lo que él denominó hasta sus últimos días "la música más maravillosa...la palabra del pueblo argentino".

10) Una palabra que siempre supo escuchar con atención respeto y valoración real por sus contenidos políticos y sociales. La devolución de esa escucha también eran palabras, cercanas o lejanas, verbales o escritas, pero siempre simples, siempre creíbles, claras y persuasivas, siempre coherentes y respaldadas desde una historia con acciones personales y políticas concretas con las que, a lo largo de años, se fueron progresivamente identificando grandes sectores de la sociedad argentina y, fundamentalmente, los trabajadores organizados. Era un liderazgo real, construido y consistente, y no simplemente una virtual, efímera y muchas veces forzada presencia mediática en torno de la cual parecieran hoy organizarse todas las confrontaciones en todos los ámbitos del poder, y muy mucho en el nuestro.

11) Dos períodos de gobierno menemista hacen innecesario toda referencia al cambiante, pendulante y vulnerable humor político de los sectores medios. Y, en parte, explica la posterior sobreactuación kirchnerista simbolizada en el recambio de la Corte Suprema, que por oposición casi especular a la mayoría automática encarnada en Nazareno, lleva como emblema al progre-garantismo de Zaffaroni y, por otro lado, la defenestración simbólica de las Fuerzas Armadas que, responsables orgánicos y estatales de la noche negra del '76, ven caer su potencial institucional, arrastrado junto al cuadro del dictador Videla.

12) A las nuevas generaciones, que no han tenido las vivencias que mencionamos en los puntos anteriores, les resulta difícil recorrer los movimientos de ese péndulo social que Perón tan bien interpretaba. Y esa real dificultad que tiene su origen en un natural y esperable desconocimiento, queda oculta tras la fachada de la negación.

13) El presente y las próximas elecciones legislativas del 2013 tiñen toda gestión de estado con fuertes colores electorales, sea ésta nacional, provincial o municipal, amén de espacios sindicales, empresariales, etc., y su punto final es el 2015. El 8N, apareció como fuerte y juvenil en su denominación con el lenguaje propio de las redes sociales, que ya no enfrentan ideas o nombres sino simplemente siglas a la cual cada sector le otorga su particular significación (si el 7D es el día D del desembarco en Normandía, el 8N es el no a la re-reelección) y cualquiera fuere su interpretación lo que pone en evidencia es que, actualmente, ni nuestro gobierno ni la oposición pueden mostrar un candidato presidencial.

14) El peronismo tiene que construirlo, como lo hizo a lo largo de toda su historia, esto es, organizando y liderando frentes, o sea, alianzas basadas en principios. Quizás sea tiempo de volver a esos intangibles de la política que son los principios y los valores. Una Argentina devastada como producto de una creciente y naturalizada violencia social que tiene muertos de todo tipo, ya nos mira, a nosotros los peronistas, nuevamente como pretendidos y futuros ganadores y, como consecuencia, elevando a diario el nivel de confrontación interna en un peligroso clima combativo, intransigente y dogmático, que, entendible y deseable para las nuevas generaciones, quizá no exprese ni mucho menos contenga a los diferentes sectores según los cuales se parcializa y organiza la sociedad argentina.

15) Creemos que, como prácticamente corresponde, es tiempo de pensar en posibles fórmulas electorales con márgenes de aceptación política favorables, y a quienes la realidad social y política de la argentina actual pudiera llegar a señalar como necesarios, y por lo tanto, para el imaginario social, como "correctores", a los que se suman todo tipo de necesarias y realistas alquimias políticas, pero, además de todo eso, habría que ponerse ya a concebir y planificar la reconstrucción del Estado, cuya lógica esperanza en el largo tiempo es la reconstrucción social. Que ya no es tarea de líderes gregarios, sino que, como siempre se nos propuso con nulos resultados, es misión de marcos políticos institucionalizados, organizados e inclusivos y con la mirada puesta en la construcción de una democracia social e integrada.

16) Alejados de toda posible descalificación nostálgica, pensamos que se hace necesario, obviamente con las adecuaciones técnicas, políticas y sociales que imponen los tiempos actuales, generar espacios que articulen diagnósticos y proyectos, misión que en su momento realizó el Consejo Nacional de Posguerra, y que se plasmó, luego del '46, en planes y programas ejecutivos, que no apuntaban solamente a la cosecha electoral, fundamental y necesaria, sino, en lo estratégico, a la reconstrucción de la Nación.

17) Diagnósticos reales referidos a las carencias básicas de la Nación y que, unificados, organizados, sistematizados y enunciados en marcos de credibilidad política y personal que persigan la reconstrucción de una confianza social hoy ausente, seguramente habrán de posibilitar el diseño y la planificada ejecución de futuras políticas de estado, claras, humildes y realizables en el corto, mediano y largo plazo.

18) Creemos que la actualizada versión de un indispensable diálogo político propugnado y vertebrado por el peronismo, y asumido, no ya solamente por un gobierno sino por el Estado, sumado al acuerdo orgánico de los reales sectores empresariales y productivos y la indispensable participación de las fuerzas organizadas que integran todos los trabajadores tanto estatales como privados, debería concebirse como la prefiguración de un esperanzado y posterior pacto económico y social, vastamente inclusivo, marco necesario que otorgue sentido y límites a las confrontaciones políticas propias de un quehacer democrático maduro y heterogéneo signado por la responsabilidad, el diálogo y la tolerancia.

20) Recordar el '83, cuando ocurrió lo que casi ningún peronista esperaba.

Néstor F. Ortiz
8 de diciembre de 2012