Escrito por Damian Deglauve.

La democracia deja la juventud

damiandeglauveEstos días que culminan el 2012, dejan el egreso del año 29 sin quiebres institucionales de nuestra Democracia, camino a cumplir los 30 y como sucede en los partidos políticos, dejar el espacio de juventud para enfrentar el desafío de consolidarse.

Hemos sufrido, tanto de la política como desde la Ciencia Política profundas críticas a nuestra democracia y el sistema político imperante. Pero considero que es hora de, sin dejar de reconocer defectos, comenzar a ver nuestras virtudes para comprender que no somos siempre aquel orejón del tarro y que nuestra sociedad madura políticamente transita el camino del consenso.

En principio, nuestra democracia no posee una tutela institucional simbólica de tiempos pasados como ser las monarquías europeas, donde muchas crisis se resuelven con la actuación de un monarca sin legitimidad del sufragio.

En segundo lugar, la democracia argentina ha resuelto su crisis profunda en el 2001 por el camino institucional, respondiendo conforme los mecanismos del sistema democrático sin ningún quiebre de tipo autoritario o pretoriano. El voto popular fue luego de completado el mandato vacante por De la Rúa quien resolvió las nuevas autoridades.

Tercero y último, América Latina toda se encuentra unida, la consolidación de Unasur como institución supranacional es un aporte al apoyo institucional entre naciones y de igual modo se transforma en un foco de defensa ante las intervenciones internacionales que tuvieron mucho que ver en los quiebres democráticos de América Latina.

La democracia dejará la juventud, debiendo apuntalar al fortalecimiento institucional, mejorar en los mecanismos constitucionales, la calidad y formación política, el debate, la participación y el aprovechamiento de nuevas tecnologías en la sociedad de la información.

La tarea de conducir hacia la madurez democrática no es sólo de la clase política, sino de la sociedad civil toda, pero la responsabilidad de la conducción del proceso sí es de la primera.

El fortalecimiento democrático no es una demanda urgente al sistema, pero sí una política necesaria e indispensable.