Escrito por Oscar Denovi.

ECOS EN EL PRESENTE, DE MEDIADOS DEL SIGLO XIX

A raíz del homenaje rendido a la Vuelta de Obligado el 20/11/2010, el artículo del dramaturgo, historiador y escritor Pacho O´Donnell, “Una epopeya largamente ocultada” y del historiador e investigador del CONICET Luis Alberto Romero que se le opuso al primero, con el artículo “Transformar la derrota en victoria”, publicados en la edición del diario La Nación del 18 de noviembre, han aparecido aportes que enriquecen la polémica iniciada por los citados historiadores.

El 6 de diciembre, tercia en la polémica el historiador británico David Rock, con su artículo “La otra Vuelta de Obligado”, en el diario La Nación de ese día. David Rock enrolado en la corriente liberal de la Historia Argentina, en la que se especializa en la historia política de nuestro país, dice en los primeros tramos que la década que sigue a 1840, es denominada en su país “los años cuarenta hambrientos” originando “que las presiones económicas internas provocaran varias aventuras imperialistas en el exterior, entre otras, las guerras infames del opio contra el imperio chino y la intervención de 1845 en el Río de la Plata.” Importante reconocimiento histórico este, sobre un hecho sobre el que en el pasado, cuando se reconocía la intervención, se llego a afirmar que las potencias interventoras lo hacían por razones humanitarias en contra de la supuesta tiranía de Juan Manuel de Rosas. En opinión del autor inglés, su país intervino en el Río de la Plata en 1845, en una aventura imperialista.

No es nuevo para nosotros los nacionalistas, lo es para los liberales que han sostenido las versiones mas insólitas sobre los hechos de la Guerra del Paraná 1845/1846. Para Rock, la batalla de la Vuelta de Obligado fue un acontecimiento casi olvidado en Francia y Inglaterra, y computa en dicho juicio, un balance de pérdidas europeas de veinticinco, frente a “posiblemente hasta mil argentinas”, y agrega, “la batalla recuerda los episodios imperialistas típicos en la India y en África, en los cuales por cada muerto europeo perecieron cincuenta nativos”. En primer lugar esto no fue así, nuestras perdidas fueron de algo más de seiscientos muertos, y en las filas del enemigo el número de bajas alcanzó ciento cincuenta entre muertos y heridos. Pero este argumento le sirvió a Rock para negar el carácter de epopeya que O’Donnell le dio a la batalla, y manifiesta que semejante calificación podría recaer, según la valoración británica, en un acontecimiento “como la primer media hora de la batalla del Somme, 1° de julio de 1916, en la que en dicho lapso cayeron sesenta mil soldados ingleses frente a las ametralladoras alemanas“. En este punto el autor inglés se escapa del contexto de la historia bélica argentina. Nunca se registraron en nuestro país acontecimientos bélicos de la envergadura de los sucedidos en Europa o en Asia o en América del Norte o África. Esto incluye desde las invasiones inglesas de 1806, hasta la guerra de las Malvinas en 1982, pasando por la guerra de la Independencia, las guerras civiles, la más grande batalla librada en territorio argentino, Caseros, con más de veinte mil hombres por bando, y la guerra de la Triple Alianza y la intervención argentina en la guerra Paraguayo-Boliviana, y la lucha librada por el ejército contra los indios chilenos en 1878.

La confrontación de fuerzas en ese punto del río Paraná, Vuelta de Obligado, fue una epopeya, ya que la disparidad de medios técnicos, cañones estriados que disparaban explosivos con un peso de proyectiles que alcanzaban hasta ochenta libras (aproximadamente cuarenta kilogramos) contra cañones que disparaban bolas de hierro fundido, de a lo sumo doce kilogramos, y más de ciento veinte cañones contra apenas cuarenta, hicieron una diferencia de fuego aplastante, pese a lo cual la lucha se extendió a lo largo de nueve horas. (1) Como en las dos caras de Jano, el profesor británico de la Universidad de California, pretende hacer ver la otra cara de la batalla, y entre otros argumentos -enfrentamiento colonialista con innumerables bajas de los “nativos” y apenas unas pocas de los interventores- masacre a la usanza imperialista africana o asiática y usa el de la derrota argentina. Innegable, no se pudo impedir el progreso de la flota río arriba, la disparidad de fuerzas en recursos técnicos provocó una gran pérdida de hombres en las fuerzas argentinas frente a un número sensiblemente menor de las tripulaciones europeas.

Pero Obligado fue el primer capítulo de lo que sucedió luego. Era una pieza en el puzzle, cuyo armado total, la guerra del Paraná, arrojó el resultado de las convenciones de paz Arana-Southern y Arana-Le Predour, por las que tanto Inglaterra como Francia reconocían el carácter interior a la República Argentina del río Paraná, desagraviaban el pabellón nacional con veintiún cañonazos, y se comprometieron a devolver los barcos capturados y reparar las instalaciones dañadas en acciones de guerra, cosa que hicieron, Inglaterra en 1848, y Francia en 1849.

Desde el punto de vista de esa visión global de aquel acontecimiento histórico, Obligado fue la primera acción de envergadura de esa guerra, seguida de acciones mas pequeñas y de grandes como la primera, (tales fueron Tonelero, Acevedo, San Lorenzo, y la batalla final en la Angostura del Quebracho, en todas ellas prolongados intercambios de artillería, que en la última batalla, fue claramente una victoria argentina en la que la flota recibió un duro castigo y 7 barcos mercantes fueron incendiados y hundidos.) Estos hechos fueron reconocidos por los informes oficiales del contralmirante jefe de la flota anglo francesa. Es curioso como un historiador inglés, profesor en Estados Unidos en una Universidad de la jerarquía de la de California, desconozca estos datos que demuestran que la contienda, indudablemente desventajosa para la Argentina, no obstante no lo fue totalmente en el terreno bélico, y ello fue lo que obligó a iniciar las tratativas diplomáticas que condujeron a la paz.

A lo dicho se suma el riesgo que enfrentó la flota de caer en manos de las tropas entrerrianas que operaron contra las correntinas a las órdenes del General Paz, que fueron aliadas de los interventores. La guerra del Paraná, en realidad fue un aspecto de algo mayor que fue la guerra de conservación de la soberanía argentina sobre el territorio del litoral argentino. Sobre la base de su argumentación que prescinde de los datos documentados de esta historia, a manera de reforzar su posición conocidamente antinacionalista, Rock señala que ninguno de los autores que desencadenaron su intervención -su auxilio solicitado por la parte liberal ?- se refieren a los antecedentes de los interventores de 1845.

Los franceses estaban efectivamente concentrados en Montevideo. Pero lo que no dice Rock es que su presencia obedecía a que en octubre de 1837, con ayuda de la flota francesa inopinadamente presente en el Río de la Plata, el gobierno uruguayo de Oribe era forzado a dejar en manos de Fructuoso Rivera el gobierno de su país. Fructuoso Rivera se había aliado con los unitarios que con Lavalle se oponían al gobierno argentino y tramaban su derrocamiento. Al mismo tiempo, los franceses apoyaban los planes expansivos del Mariscal Santa Cruz, gobernante de la Confederación Peruano-Boliviana, en guerra con la Argentina. El dinero francés permitiría por largos años la operación de los ejércitos unitarios contra la Confederación, y sostendrían el gobierno uruguayo de Montevideo durante el sitio de esta ciudad, entre 1842 y 1851, cuando con el Ejército Grande, Urquiza hace capitular a Oribe. Esta intervención en las cuestiones de Uruguay, y la alianza establecida con los unitarios, motivaron el conflicto mantenido con Francia en 1838, y culminado en octubre de 1840, con el tratado de paz entre nuestro país y Francia, conocido como convención Arana-Mackau de esa fecha. Esta convención se suscribió por intervención del Mariscal Soult, quien a principios de 1839 se hizo cargo de la sección de la Cancillería de Francia que entendía en el conflicto con la Argentina. Estaba comprometido a principios de 1839, el traslado de seis mil infantes franceses para intervenir en las luchas entre unitarios y federales. El mariscal Soult advirtiendo los engaños de los agentes franceses a su gobierno, y los embustes de los unitarios y de los uruguayos aliados a estos, impidió la aventura interventora.

Desde esa fecha, la presencia francesa fue constante en contra del gobierno argentino. Samuel Lafone, que lucraba con los ingresos de la Aduana de Montevideo, cedidos a su beneficio por el gobierno uruguayo, único reducto unitario en ese territorio oriental del Río de la Plata desde 1842, fue una pieza importante en los negocios levantados para enfrentar el gobierno argentino. Es cierto que en el desenvolvimiento posterior del comercio exterior argentino Inglaterra fue un actor de importancia. Pero la rubia Albión fue un actor de importancia en el comercio mundial, Argentina no podía sustraerse a dicho fenómeno de globalización comercial sin quedar fuera del giro económico y financiero que dominaba el mundo al que pertenecía. En suma, había defendido su soberanía con la dignidad con que hoy y mañana pretenderá hacerlo, y cuyo símbolo será la batalla de la Vuelta de Obligado.

(1) Partes oficiales del General Lucio N. Mansilla, del contralmirante Inglefield al almirantazgo y otros informes, publicados en Londres y reproducidos por la Gaceta Mercantil el 30 de mayo de 1846.