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20 de noviembre de 1845: "La memoria es un arma cargada de futuro"

Si bien las vueltas de la vida, hacen que esté un poco "perdido" en el contacto con Uds. por razones laborales, no quiero dejar pasar la oportunidad de escribir mis sentimientos en un nuevo y doloroso aniversario de la masacre del 16 de junio de 1955.

Otro golpe como tantos de la oligarquía asesina. Y creo que no es malo recordar..... recordar que llamaron "Campaña al Desierto" a lo que no era desierto, sino falta de rubios occidentales; y que fue, es y será malo lo que tenga color latinoamericano.

Pegaron donde más le dolió al Líder: Su pueblo.

Un pueblo que por fin había sido interpretado, y nada menos que por un Soldado, un Soldado al que llamó "Mi General"!!!

Qué cosa de locos!!!

Un Líder que como pocos, supo ganar la buena fe de los hombres de buena fe....Y a tal punto llegó el odio???. Si compañeros!!!. A tal punto fueron y seremos odiados los que queremos una Patria con igualdad de oportunidades.

A tal punto quieren éstos cerdos la exclusividad elitista y a tal punto llega su odio.

CIPAYOS GENOCIDAS: El pueblo peronista no olvida y haremos lo imposible por que los que nos sigan tampoco olviden.

Me llena el corazón escuchar y escuchar el discurso de Perón, tan prudente y moderado ante semejante fundamentalismo.

Pero no crean vendepatrias que esta moderación y prudencia se llama perdón.

El domingo 20 de noviembre la prensa de Buenos Aires recordó que 60 años antes comenzaron en Alemania los juicios de Nüremberg y que, tres décadas atrás, murió el dictador Francisco Franco en España.

Independientemente de que la derrota del nazismo puso fin a una gran tragedia europea, esos juicios fueron la farsa más dantesca de la que se tenga registro en la historia del siglo XX. Algún día habrá que sentar en el banquillo a ciertos herederos actuales de aquellos jueces, jurados, fiscales y testigos de cargo, los que hoy ejecutan un lento y sistemático holocausto neoliberal contra el Tercer Mundo.

El destino de Argentina no se selló en Stalingrado, bajo el Arco del Triunfo de París o en las ruinas de la Cancillería en Berlín. Mucho menos en el Palacio del Escorial, al norte de Madrid.

Por eso lo llamativo de este domingo que pasó fue que a ningún columnista "políticamente correcto" de diario, revista, radio o televisión se le ocurrió mencionar que el 20 de noviembre de 1845 se libró en Argentina la batalla de la Vuelta de Obligado.

Fue un desigual enfrentamiento de criollos contra una flota pirata anglo-francesa, "coalición de la libertad" de la época, como la que hoy permanece en Afganistán e Irak -y antes en Somalia- dirigida por Estados Unidos. Algo que se les olvida, incluso, a varios analistas, politólogos y "cientistas sociales" enrolados en el progresismo light.

El combate estalla en un recodo del Río Paraná. Comienza a las ocho y media de la mañana, y concluye a las cuatro de la tarde, cuando la artillería argentina -apenas 30 cañones de bajo calibre- ya no tiene proyectiles. Dos mil 200 hombres, entre soldados regulares y gauchos voluntarios, dirigidos por el general Lucio N. Mansilla -padre de Lucio V. Mansilla, también militar y escritor, autor de Una expedición a los indios ranqueles- enfrentan a los invasores.

En 1845, el brigadier general Juan Manuel de Rosas gobernaba la Confederación Argentina. La escuadra anglo-francesa, integrada por 11 buques de guerra y 40 barcos mercantes, había invadido aguas territoriales desde principios de noviembre, con el pretexto de "atenuar" las tensiones entre Buenos Aires y Montevideo. Como más de un siglo después harán con los hutus y tutsis en Burundi y con los chiitas y sunnitas en Irak.

El verdadero objetivo de Gran Bretaña y Francia es navegar libremente por el Río de la Plata y los ramales interiores pertenecientes a su cuenca. Los invasores quieren abrir una comunicación directa con Paraguay y, en el trayecto, tener acceso a los mercados de las provincias ribereñas para vender sus productos. Los dos países cuentan con el visto bueno de los unitarios, enemigos a muerte de los federales encabezados por Rosas.

En 1843, Florencio Varela había solicitado, como representante de los unitarios en Europa, la intervención armada anglo-francesa. En septiembre de 1845, ambas potencias declararon el bloqueo a Buenos Aires.

Los criollos se instalan en un paraje conocido como la Vuelta de Obligado (entre los pueblos de San Pedro y Ramallo, hoy provincia de Buenos Aires), donde el río Paraná tiene 700 metros de ancho y una curva muy marcada que dificulta la navegación a vela. La artillería enemiga triplica a la de los defensores y, además, es de mayor poder: 99 cañones de calibres 24 y 80.

Mansilla ordena tender de una orilla a la otra tres gruesas cadenas montadas sobre 24 botes. La barrera está custodiada por Republicano, el único barquito de guerra nacional.

Durante esas ocho horas de combate los argentinos sufren la peor parte: 250 muertos, 400 heridos y 21 cañones destruidos. El propio general Mansilla es lesionado en el estómago por esquirlas de metralla al dirigir una de las cargas. Los atacantes incendian las lanchas que sostienen las cadenas. Cuando el capitán del Republicano ve que no puede enfrentar a las naves enemigas, ordena a su tripulación abandonar el buque y lo hace explotar en el medio del río para dificultar el avance enemigo.

Ingleses y franceses sufren, en comparación, pocas bajas: 26 muertos y 86 heridos. Pero los daños en sus buques obligan a la escuadra a permanecer 40 días en la Vuelta de Obligado para repararlos. Su triunfo es relativo: logran pasar pero fracasan en su intento de ocupar las costas. Y los barcos mercantes no venden un solo producto.

Las noticias del desigual combate se divulgan por todo el continente. Los gobiernos de Chile y Brasil, hasta entonces adversos a Rosas, manifiestan su apoyo a la Confederación Argentina. La prensa de Estados Unidos, país entonces considerado cuna de la democracia americana, elogia al caudillo federal. El general unitario Martiniano Chilavert ofrece unirse a los federales para combatir a "los enemigos europeos".

Otro unitario, Rafael Hernández, hermano del autor de Martín Fierro, describe el enfrentamiento con admiración, dejando de lado intereses partidistas: "Los jefes vencedores al elevar el parte oficial a sus respectivos gobiernos, hacían elogios muy honrosos del valor y perseverancia a nuestros bravos, que morían dando vivas entusiastas a la independencia americana (...). Aquel día fue un verdadero triunfo para las armas de Buenos Aires, por el valor heroico que desplegaron nuestros guerreros, y como combate naval, es uno de los más grandes y gloriosos que se registran".

El historiador Ernesto Palacio afirma en su Historia de la Argentina (1515-1943): "Todas las provincias, con sus gobernadores y legisladores, se pronunciaron contra la agresión y ofrecieron sus contingentes para resistir. El glorioso general San Martín escribía desde su retiro poniendo su espada y su persona al servicio de la nación y felicitaba al gobernador de Buenos Aires como defensor de la Independencia Americana".

El conflicto causa grandes pérdidas comerciales a las dos potencias europeas, que deciden iniciar negociaciones de paz en forma separada. Inglaterra firma un tratado el 24 de noviembre de 1849 y Francia el 31 de agosto del año siguiente.

La ley Nº 20.770 establece el 20 de noviembre como Día de la Soberanía. No obstante, los historiadores oficiales -reacios a la controvertida figura de Juan Manuel de Rosas- continúan minimizando hasta el día de hoy el combate de la Vuelta de Obligado. La fecha no se conmemora en escuelas primarias ni colegios secundarios. Los actuales comunicadores siguen ese ejemplo: prefieren recordar los juicios de Nüremberg y la muerte de Franco.

No se debe permitir más que los historiadores que escamotearon el pasado y los analistas light que distorsionan el presente nos roben el futuro. Se debe continuar dando testimonio hasta que la verdad nos haga libres. Hoy la memoria es un arma cargada de futuro.

Si bien las vueltas de la vida, hacen que esté un poco “perdido” en el contacto con Uds. por razones laborales, no quiero dejar pasar la oportunidad de escribir mis sentimientos en un nuevo y doloroso aniversario de la masacre del 16 de junio de 1955.

Otro golpe como tantos de la oligarquía asesina. Y creo que no es malo recordar..... recordar que llamaron “Campaña al Desierto” a lo que no era desierto, sino falta de rubios occidentales; y que fue, es y será malo lo que tenga color latinoamericano.

Pegaron donde más le dolió al Líder: Su pueblo.

Un pueblo que por fin había sido interpretado, y nada menos que por un Soldado, un Soldado al que llamó “Mi General”!!!

Qué cosa de locos!!!

Un Líder que como pocos, supo ganar la buena fe de los hombres de buena fe....Y a tal punto llegó el odio???. Si compañeros!!!. A tal punto fueron y seremos odiados los que queremos una Patria con igualdad de oportunidades.

A tal punto quieren éstos cerdos la exclusividad elitista y a tal punto llega su odio.

CIPAYOS GENOCIDAS: El pueblo peronista no olvida y haremos lo imposible por que los que nos sigan tampoco olviden.

Me llena el corazón escuchar y escuchar el discurso de Perón, tan prudente y moderado ante semejante fundamentalismo.

Pero no crean vendepatrias que esta moderación y prudencia se llama perdón.

El domingo 20 de noviembre la prensa de Buenos Aires recordó que 60 años antes comenzaron en Alemania los juicios de Nüremberg y que, tres décadas atrás, murió el dictador Francisco Franco en España.

Independientemente de que la derrota del nazismo puso fin a una gran tragedia europea, esos juicios fueron la farsa más dantesca de la que se tenga registro en la historia del siglo XX. Algún día habrá que sentar en el banquillo a ciertos herederos actuales de aquellos jueces, jurados, fiscales y testigos de cargo, los que hoy ejecutan un lento y sistemático holocausto neoliberal contra el Tercer Mundo.

El destino de Argentina no se selló en Stalingrado, bajo el Arco del Triunfo de París o en las ruinas de la Cancillería en Berlín. Mucho menos en el Palacio del Escorial, al norte de Madrid.

Por eso lo llamativo de este domingo que pasó fue que a ningún columnista "políticamente correcto" de diario, revista, radio o televisión se le ocurrió mencionar que el 20 de noviembre de 1845 se libró en Argentina la batalla de la Vuelta de Obligado.

Fue un desigual enfrentamiento de criollos contra una flota pirata anglo-francesa, "coalición de la libertad" de la época, como la que hoy permanece en Afganistán e Irak -y antes en Somalia- dirigida por Estados Unidos. Algo que se les olvida, incluso, a varios analistas, politólogos y "cientistas sociales" enrolados en el progresismo light.

El combate estalla en un recodo del Río Paraná. Comienza a las ocho y media de la mañana, y concluye a las cuatro de la tarde, cuando la artillería argentina -apenas 30 cañones de bajo calibre- ya no tiene proyectiles. Dos mil 200 hombres, entre soldados regulares y gauchos voluntarios, dirigidos por el general Lucio N. Mansilla -padre de Lucio V. Mansilla, también militar y escritor, autor de Una expedición a los indios ranqueles- enfrentan a los invasores.

En 1845, el brigadier general Juan Manuel de Rosas gobernaba la Confederación Argentina. La escuadra anglo-francesa, integrada por 11 buques de guerra y 40 barcos mercantes, había invadido aguas territoriales desde principios de noviembre, con el pretexto de "atenuar" las tensiones entre Buenos Aires y Montevideo. Como más de un siglo después harán con los hutus y tutsis en Burundi y con los chiitas y sunnitas en Irak.

El verdadero objetivo de Gran Bretaña y Francia es navegar libremente por el Río de la Plata y los ramales interiores pertenecientes a su cuenca. Los invasores quieren abrir una comunicación directa con Paraguay y, en el trayecto, tener acceso a los mercados de las provincias ribereñas para vender sus productos. Los dos países cuentan con el visto bueno de los unitarios, enemigos a muerte de los federales encabezados por Rosas.

En 1843, Florencio Varela había solicitado, como representante de los unitarios en Europa, la intervención armada anglo-francesa. En septiembre de 1845, ambas potencias declararon el bloqueo a Buenos Aires.

Los criollos se instalan en un paraje conocido como la Vuelta de Obligado (entre los pueblos de San Pedro y Ramallo, hoy provincia de Buenos Aires), donde el río Paraná tiene 700 metros de ancho y una curva muy marcada que dificulta la navegación a vela. La artillería enemiga triplica a la de los defensores y, además, es de mayor poder: 99 cañones de calibres 24 y 80.

Mansilla ordena tender de una orilla a la otra tres gruesas cadenas montadas sobre 24 botes. La barrera está custodiada por Republicano, el único barquito de guerra nacional.

Durante esas ocho horas de combate los argentinos sufren la peor parte: 250 muertos, 400 heridos y 21 cañones destruidos. El propio general Mansilla es lesionado en el estómago por esquirlas de metralla al dirigir una de las cargas. Los atacantes incendian las lanchas que sostienen las cadenas. Cuando el capitán del Republicano ve que no puede enfrentar a las naves enemigas, ordena a su tripulación abandonar el buque y lo hace explotar en el medio del río para dificultar el avance enemigo.

Ingleses y franceses sufren, en comparación, pocas bajas: 26 muertos y 86 heridos. Pero los daños en sus buques obligan a la escuadra a permanecer 40 días en la Vuelta de Obligado para repararlos. Su triunfo es relativo: logran pasar pero fracasan en su intento de ocupar las costas. Y los barcos mercantes no venden un solo producto.

Las noticias del desigual combate se divulgan por todo el continente. Los gobiernos de Chile y Brasil, hasta entonces adversos a Rosas, manifiestan su apoyo a la Confederación Argentina. La prensa de Estados Unidos, país entonces considerado cuna de la democracia americana, elogia al caudillo federal. El general unitario Martiniano Chilavert ofrece unirse a los federales para combatir a "los enemigos europeos".

Otro unitario, Rafael Hernández, hermano del autor de Martín Fierro, describe el enfrentamiento con admiración, dejando de lado intereses partidistas: "Los jefes vencedores al elevar el parte oficial a sus respectivos gobiernos, hacían elogios muy honrosos del valor y perseverancia a nuestros bravos, que morían dando vivas entusiastas a la independencia americana (…). Aquel día fue un verdadero triunfo para las armas de Buenos Aires, por el valor heroico que desplegaron nuestros guerreros, y como combate naval, es uno de los más grandes y gloriosos que se registran".

El historiador Ernesto Palacio afirma en su Historia de la Argentina (1515-1943): "Todas las provincias, con sus gobernadores y legisladores, se pronunciaron contra la agresión y ofrecieron sus contingentes para resistir. El glorioso general San Martín escribía desde su retiro poniendo su espada y su persona al servicio de la nación y felicitaba al gobernador de Buenos Aires como defensor de la Independencia Americana".

El conflicto causa grandes pérdidas comerciales a las dos potencias europeas, que deciden iniciar negociaciones de paz en forma separada. Inglaterra firma un tratado el 24 de noviembre de 1849 y Francia el 31 de agosto del año siguiente.

La ley Nº 20.770 establece el 20 de noviembre como Día de la Soberanía. No obstante, los historiadores oficiales -reacios a la controvertida figura de Juan Manuel de Rosas- continúan minimizando hasta el día de hoy el combate de la Vuelta de Obligado. La fecha no se conmemora en escuelas primarias ni colegios secundarios. Los actuales comunicadores siguen ese ejemplo: prefieren recordar los juicios de Nüremberg y la muerte de Franco.

No se debe permitir más que los historiadores que escamotearon el pasado y los analistas light que distorsionan el presente nos roben el futuro. Se debe continuar dando testimonio hasta que la verdad nos haga libres. Hoy la memoria es un arma cargada de futuro.

Si bien las vueltas de la vida, hacen que esté un poco "perdido" en el contacto con Uds. por razones laborales, no quiero dejar pasar la oportunidad de escribir mis sentimientos en un nuevo y doloroso aniversario de la masacre del 16 de junio de 1955.

Otro golpe como tantos de la oligarquía asesina. Y creo que no es malo recordar..... recordar que llamaron "Campaña al Desierto" a lo que no era desierto, sino falta de rubios occidentales; y que fue, es y será malo lo que tenga color latinoamericano.

Pegaron donde más le dolió al Líder: Su pueblo.

Un pueblo que por fin había sido interpretado, y nada menos que por un Soldado, un Soldado al que llamó "Mi General"!!!

Qué cosa de locos!!!

Un Líder que como pocos, supo ganar la buena fe de los hombres de buena fe....Y a tal punto llegó el odio???. Si compañeros!!!. A tal punto fueron y seremos odiados los que queremos una Patria con igualdad de oportunidades.

A tal punto quieren éstos cerdos la exclusividad elitista y a tal punto llega su odio.

CIPAYOS GENOCIDAS: El pueblo peronista no olvida y haremos lo imposible por que los que nos sigan tampoco olviden.

Me llena el corazón escuchar y escuchar el discurso de Perón, tan prudente y moderado ante semejante fundamentalismo.

Pero no crean vendepatrias que esta moderación y prudencia se llama perdón.

El domingo 20 de noviembre la prensa de Buenos Aires recordó que 60 años antes comenzaron en Alemania los juicios de Nüremberg y que, tres décadas atrás, murió el dictador Francisco Franco en España.

Independientemente de que la derrota del nazismo puso fin a una gran tragedia europea, esos juicios fueron la farsa más dantesca de la que se tenga registro en la historia del siglo XX. Algún día habrá que sentar en el banquillo a ciertos herederos actuales de aquellos jueces, jurados, fiscales y testigos de cargo, los que hoy ejecutan un lento y sistemático holocausto neoliberal contra el Tercer Mundo.

El destino de Argentina no se selló en Stalingrado, bajo el Arco del Triunfo de París o en las ruinas de la Cancillería en Berlín. Mucho menos en el Palacio del Escorial, al norte de Madrid.

Por eso lo llamativo de este domingo que pasó fue que a ningún columnista "políticamente correcto" de diario, revista, radio o televisión se le ocurrió mencionar que el 20 de noviembre de 1845 se libró en Argentina la batalla de la Vuelta de Obligado.

Fue un desigual enfrentamiento de criollos contra una flota pirata anglo-francesa, "coalición de la libertad" de la época, como la que hoy permanece en Afganistán e Irak -y antes en Somalia- dirigida por Estados Unidos. Algo que se les olvida, incluso, a varios analistas, politólogos y "cientistas sociales" enrolados en el progresismo light.

El combate estalla en un recodo del Río Paraná. Comienza a las ocho y media de la mañana, y concluye a las cuatro de la tarde, cuando la artillería argentina -apenas 30 cañones de bajo calibre- ya no tiene proyectiles. Dos mil 200 hombres, entre soldados regulares y gauchos voluntarios, dirigidos por el general Lucio N. Mansilla -padre de Lucio V. Mansilla, también militar y escritor, autor de Una expedición a los indios ranqueles- enfrentan a los invasores.

En 1845, el brigadier general Juan Manuel de Rosas gobernaba la Confederación Argentina. La escuadra anglo-francesa, integrada por 11 buques de guerra y 40 barcos mercantes, había invadido aguas territoriales desde principios de noviembre, con el pretexto de "atenuar" las tensiones entre Buenos Aires y Montevideo. Como más de un siglo después harán con los hutus y tutsis en Burundi y con los chiitas y sunnitas en Irak.

El verdadero objetivo de Gran Bretaña y Francia es navegar libremente por el Río de la Plata y los ramales interiores pertenecientes a su cuenca. Los invasores quieren abrir una comunicación directa con Paraguay y, en el trayecto, tener acceso a los mercados de las provincias ribereñas para vender sus productos. Los dos países cuentan con el visto bueno de los unitarios, enemigos a muerte de los federales encabezados por Rosas.

En 1843, Florencio Varela había solicitado, como representante de los unitarios en Europa, la intervención armada anglo-francesa. En septiembre de 1845, ambas potencias declararon el bloqueo a Buenos Aires.

Los criollos se instalan en un paraje conocido como la Vuelta de Obligado (entre los pueblos de San Pedro y Ramallo, hoy provincia de Buenos Aires), donde el río Paraná tiene 700 metros de ancho y una curva muy marcada que dificulta la navegación a vela. La artillería enemiga triplica a la de los defensores y, además, es de mayor poder: 99 cañones de calibres 24 y 80.

Mansilla ordena tender de una orilla a la otra tres gruesas cadenas montadas sobre 24 botes. La barrera está custodiada por Republicano, el único barquito de guerra nacional.

Durante esas ocho horas de combate los argentinos sufren la peor parte: 250 muertos, 400 heridos y 21 cañones destruidos. El propio general Mansilla es lesionado en el estómago por esquirlas de metralla al dirigir una de las cargas. Los atacantes incendian las lanchas que sostienen las cadenas. Cuando el capitán del Republicano ve que no puede enfrentar a las naves enemigas, ordena a su tripulación abandonar el buque y lo hace explotar en el medio del río para dificultar el avance enemigo.

Ingleses y franceses sufren, en comparación, pocas bajas: 26 muertos y 86 heridos. Pero los daños en sus buques obligan a la escuadra a permanecer 40 días en la Vuelta de Obligado para repararlos. Su triunfo es relativo: logran pasar pero fracasan en su intento de ocupar las costas. Y los barcos mercantes no venden un solo producto.

Las noticias del desigual combate se divulgan por todo el continente. Los gobiernos de Chile y Brasil, hasta entonces adversos a Rosas, manifiestan su apoyo a la Confederación Argentina. La prensa de Estados Unidos, país entonces considerado cuna de la democracia americana, elogia al caudillo federal. El general unitario Martiniano Chilavert ofrece unirse a los federales para combatir a "los enemigos europeos".

Otro unitario, Rafael Hernández, hermano del autor de Martín Fierro, describe el enfrentamiento con admiración, dejando de lado intereses partidistas: "Los jefes vencedores al elevar el parte oficial a sus respectivos gobiernos, hacían elogios muy honrosos del valor y perseverancia a nuestros bravos, que morían dando vivas entusiastas a la independencia americana (...). Aquel día fue un verdadero triunfo para las armas de Buenos Aires, por el valor heroico que desplegaron nuestros guerreros, y como combate naval, es uno de los más grandes y gloriosos que se registran".

El historiador Ernesto Palacio afirma en su Historia de la Argentina (1515-1943): "Todas las provincias, con sus gobernadores y legisladores, se pronunciaron contra la agresión y ofrecieron sus contingentes para resistir. El glorioso general San Martín escribía desde su retiro poniendo su espada y su persona al servicio de la nación y felicitaba al gobernador de Buenos Aires como defensor de la Independencia Americana".

El conflicto causa grandes pérdidas comerciales a las dos potencias europeas, que deciden iniciar negociaciones de paz en forma separada. Inglaterra firma un tratado el 24 de noviembre de 1849 y Francia el 31 de agosto del año siguiente.

La ley Nº 20.770 establece el 20 de noviembre como Día de la Soberanía. No obstante, los historiadores oficiales -reacios a la controvertida figura de Juan Manuel de Rosas- continúan minimizando hasta el día de hoy el combate de la Vuelta de Obligado. La fecha no se conmemora en escuelas primarias ni colegios secundarios. Los actuales comunicadores siguen ese ejemplo: prefieren recordar los juicios de Nüremberg y la muerte de Franco.

No se debe permitir más que los historiadores que escamotearon el pasado y los analistas light que distorsionan el presente nos roben el futuro. Se debe continuar dando testimonio hasta que la verdad nos haga libres. Hoy la memoria es un arma cargada de futuro.
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