Cartas de Rosas

Escrito por Juan Manuel de Rosas.

Carta de Rosas a Estanislao López (23-09-1835)

Buenos Aires, septiembre 23 de 1835.

Señor Don Estanislao López.

Mi querido compañero:

Cuando iba a contestar a su favorecida de 14 del corriente recibí la correspondencia de la carrera de Córdoba, que le incluyo original porque absolutamente no tengo tiempo para hacerla copiar, devolviéndole al mismo tiempo la que se sirvió usted adjuntarme a su expresada carta.

Tanto ésta, como aquélla presentan un cuadro bien triste del estado de la República, yo cada día me afirmo más en las ideas que he manifestado a usted sobre el tal Rodríguez, Gobernador Provisorio de Córdoba.

 

Para que usted acabe de persuadirse del tesón con que sordamente trabajan los malditos Unitarios en desquiciar el País y acabar con nosotros, le incluyo dos documentos más, que no dejan la menor duda a este respecto. El uno es La Gaceta Mercantil de esta ciudad de 21 del corriente, por la que verá usted que El Universal, periódico de Montevideo, anuncia el 18 de este mismo mes la llegada de Don Francisco Reynafé a aquella capital, y el otro es un librito escrito e impreso en Madrid por un español que tomó las armas en esta ciudad en clase de oficial a favor de Lavalle, y que ha tenido el atrevimiento de introducir por la Aduana un cajón de ejemplares [bajo la confianza de que nadie sabía su contenido, el cual ha sido descubierto por una rara permisión de la Divina Providencia que jse ha empeñado en favorecernos. Sí, compañero, así ha sido el descubrimiento, porque viniendo en un cajón de tablas gruesas y bien cerrado, no sé cómo se abrió, se desparramaron los libros antes de entrar en la Aduana, y habiendo cargado los muchachos y no muchachos, como sucede en tales casos, a recogerlos, no faltó quien pasase una ligera vista sobre su contenido, leyese algo de lo que usted verá, y me avisase; pero por más pronto que anduve en hacerlos embargar y mandar prender a su autor, que era el mismo introductor, ya éste se había desaparecido y no ha sido posible dar con él. Los lugares en que debe usted fijar la atención llevan al margen esta señal con tinta, ojo, y los más notables, ésta O | O | .]

¿Quién, pues, al contemplar sobre estos sucesos, y lo que pasa en el interior de la República por influencias que obran desde Bolivia no se persuadirá que toda la República está plagada de hombres pérfidos pertenecientes a la facción unitaria, o que obran por su influencia y en el sentido de sus infames deseos, y que la empresa que se han propuesto no es sólo de los que existen entre nosotros, sino de las logias Europeas ramificadas en todos los nuevos Estados de este continente?

¿Cómo ha podido Don Francisco Reynafé concebir la idea de fugar a Montevideo, atravesando de incógnito una parte tan extensa de territorio hasta el punto de su embarque por el Partido del Rosario, por donde era más conocido, sino contando con la protección de hombres de algún valer entre nosotros? ¿Quién no ve que por el modo como lo ha hecho, y por la pronta oportunidad que ha tenido de embarcarse, este hombre ha venido a cosa hecha, y hecha con toda seguridad?

¿Y qué diremos del Francisco de Ugarte, autor e introductor del expresado librito? ¿Cómo, sino sostenido por las logias ha podido este pelafustán soportar los gastos necesarios para correr todos los nuevos Estados de los dos continentes de América, merecer en todas partes las consideraciones de los Unitarios que más figuraban en aquella época, de los cuales él nombra algunos, hacer una descripción circunstanciada y prolija del estado político de cada República, imprimir esta descripción denigrando a muchos de los más distinguidos americanos, tener la osadía de introducirla él mismo en esta Provincia, estando gobernada por uno de los denigrados en ella, qué se halla con una investidura de poder sin límites, y que si lo llegara a pillar en* la empresa, le había de limpiar el pescuezo?

¿No se ve en esto un grado de confianza suma que sólo puede apoyarse en el conocimiento de recursos y elementos que obran en secreto y a ocultas de nosotros? ¿Y no se ven a buena luz esos elementos al observar ese modo unísono y simultáneo como se corresponden los unos sucesos con los otros? ¿Y además de lo que vemos cuánto no habrá oculto de nuestra vista en la Banda Oriental, entre nosotros, y en otros Estados Americanos?

No me equivocaba, compañero, al recorrer el estado del País, cuando llamado a ocupar la silla del Gobierno de esta Provincia me resistía a ello, no por falta de patriotismo, ni porque me arredre el temor de los peligros por grandes que sean, cuando es necesario arrostrarlos, sino por no inutilizarme sin fruto; pero volvía la vista sobre mis mejores amigos: contemplaba la magnitud de los riesgos que iban corriendo; no podía ser insensible a sus instancias y clamores para que una vez me pusiese al frente de los negocios públicos, y profundamente conmovido de su aflicción y de la funesta suerte que amenazaba a nuestra amada Patria en toda la extensión de la República, así como a todo el Continente Americano, me resolví a hacer el inmenso sacrificio que se me exigía, contando no solamente con la lealtad de mis amigos, sino también con la gratitud y buen juicio de los que no tenían por qué ser mis enemigos [pues sin la cooperación de todos los federales no habría creído posible arribar al objeto que me proponía. Pero al paso que debo lisonjearme de que mis esperanzas han sido correspondidas satisfactoriamente por los primeros, no puedo decir otro tanto de todos los segundos, porque advierto en algunos de ellos cierto espíritu de desaire que declina ya en extravío, que por lo mismo llenaría de complacencia a los Unitarios si lo supiesen, y que ai fin no puede dejar de ser muy perjudicial al orden y tranquilidad del País. Mas no por esto desmayaré de la empresa. Cinco años tengo que trabajar: lo haré apurando todos mis esfuerzos; pero por mi parte les protesto a los Unitarios y tejedores logistas que si continúan en sus criminales maniobras no he de dejar piedra por mover, y cuando los pille a tiro han de tener que sentir todo el pesar de sus enormes delitos.

[La indicación que ha hecho usted al Gobernador provisorio Rodríguez para que le remita a los dos Reynafés que se hallan presos en Córdoba, me parece bien, teniendo usted cómo conservarlos asegurados en ésa, pues lo que acaba de suceder con Don Francisco, su hermano, nos hace conocer que se requiere muchísima precaución para su custodia. El Don Patricio Tello de que habla el Juez de Alzadas sustituto de Pocho, me dicen que es unitario.]

Adiós, mi querido compañero, y que este Todopoderoso permita a usted siempre la mejor salud y acierto, es el voto constante de su amigo.

Juan Manuel de Rosas

[N.B. La proclama de nuestro amigo Ibarra a los Tucumanos está redactada en los términos que gustan los unitarios para reírse de nuestras cortesías, restricciones y miramientos, que al fin esos han de costar bien caro. 

El oficial de la punta de que habla el señor Heredia, y con el que iba a escribir es el que llevó el principal de la invitación.

La copia del tratado a que se refiere el mismo señor Heredia, no ha venido.

El Correo Games (hijo) que es el que ha venido con la correspondencia de Santiago y Córdoba, dice que en Tucu-mán le entregaron la correspondencia empaquetada, y que como el Gobernador de Santiago le hiciese dejar toda la referida correspondencia por estar cerrada la pública, él cree que hoy deben estar las notas oficiales del Gobernador de Tucumán. El Correo que fué por la carrera de Cuyo y de que hablé a usted en mi anterior, aún no ha llegado.

Vale.]

[En Archivo General de la Nación. Sección Farini, Leg. 18.]