Peronismo hay uno solo, el de Perón
n noviembre de 1951, bajo el seudónimo de Descartes, el presidente Juan Domingo Perón publica en el diario Democracia un artículo que llevará el nombre de “Una Comunidad Organizada”, donde explicita los principios rectores de la filosofía política del Movimiento Nacional de Liberación que trascenderá como peronismo. Allí, el mandatario explica: “Cuando hablamos de Comunidad Organizada, nos referimos a un Gobierno, un Estado y un pueblo que orgánicamente deben cumplir una misión común”.
Este rasgo fue distintivo para Perón en la configuración de una identidad nacional que dio impronta a su gobierno, integrando a las estructuras del mismo a las organizaciones intermedias, mejor definidas como organizaciones libres del pueblo. De ello se desprende la ruptura con la concepción liberal de democracia, donde el epicentro de la misma no es la organización social sino el contrato. Por lo tanto, Comunidad Organizada supera las instancias de una mera categoría descriptiva para concretarse como proyecto de liberación nacional integral.
Por eso Perón va a definir que “ninguna organización puede iniciarse si antes no fijamos su objetivo o finalidad” y añade: “La doctrina es la finalidad, encarnada en el alma colectiva de la comunidad. La teoría, sus formas de ejecución”. De este modo, cuando Perón establece los parámetros de la unidad nacional no se refiere a la mera conformación de espacios regidos por los estigmas partidarios o políticos, se refiere a un proyecto integrador que fija la defensa de lo nacional a través de la acción orgánica del pueblo. La unidad es parte de la causa, y la causa es la integración del conjunto de las fuerzas sociales para establecer una democracia nacional amparada por la Justicia Social.
¿Por qué se torna imprescindible desentrañar las esferas del pensamiento de Perón a cincuenta años de su paso a la inmortalidad? Por la sencilla razón de que el enemigo de la liberación nacional no ha sido derrotado. Pero la cuestión no se detiene allí: la pérdida del objetivo común ha posibilitado que se proscriba la topografía de la filosofía peronista, dando lugar a un mapa de concepciones que pretenden representar una actualización doctrinaria y en realidad no son más que figuraciones ideológicas funcionales al régimen liberal que tienen como finalidad horadar al Movimiento desde adentro.
La simplificación común de este tipo de pensamiento es concebir al peronismo como un partido político tradicional sin sustento teórico. A ello se añade el abono reduccionista de caracterizar la acción política del peronismo como taxonomía del pragmatismo. Los formatos que se sustraen de lo real concreto, sin dar cuenta del impacto real de la política peronista en los núcleos vertebradores de la comunidad, no se permiten afrontar el hecho verdaderamente revolucionario del Movimiento: la constitución efectiva de un proyecto de vida nacional emancipatorio.
“Al fijar una doctrina, establecida en la Constitución Justicialista, y una teoría, evidenciada en las relaciones mismas del peronismo, la comunidad argentina ha comenzado el cumplimiento de su misión común. En la doctrina, la teoría y la misión está el germen de la organización justicialista”, señala Perón en el artículo que puede leerse en Política y Estrategia.
La unidad sin causa es un significante vacío. En él caen quienes adhieren a la maquinaria electoral y presentan programas simplificados en la matriz desarrollista que relacionan con el peronismo y con la economía peronista. Por otro lado, llama la atención que no se prescinda del hecho sustantivo que representa la declaración de la Independencia Económica, al mismo tiempo que se instituye una Constitución que refleja los intereses del pueblo en la síntesis de las y los trabajadores.
Las democracias liberales posmodernas asumen que su sujeto histórico es el consumo irradiado por las potencialidades que expresan los mercados. Por lo tanto, la política queda reducida a una expresión simplificada que reproduce las condiciones de subordinación que promociona el régimen. En el peronismo, la centralidad la tiene el hombre y la comunidad donde se forja. No será el consumo el rector de las relaciones sociales, sostenidas por el contrato y el negocio, sino el Trabajo como ordenador de la vida en comunidad.
Ese factor fundante del peronismo será al mismo tiempo rupturista. Por lo tanto, queda en claro que Perón no toma una parte del marxismo y otra del liberalismo para constituir la concepción esencial del peronismo, sino que piensa en una doctrina revolucionaria que anteponga los intereses de la Patria por encima de los dogmas que se asientan en la falsa representación de la libertad. Sin liberación nacional no hay libertad posible.
Perón deja en claro que “el justicialismo concibe al gobierno como el órgano de la concepción y planificación, por eso es centralizado; al Estado como organismo de la ejecución, y por eso es descentralizado, y al pueblo como el elemento de acción y para ello también debe estar organizado”.
Asimismo, agrega: “Los tres factores, gobierno, Estado y pueblo, deben actuar armónicamente coordinados y equilibradamente compensados en la ejecución común. Para que ello ocurra, son necesarias una subordinación ajustada y absoluta del Estado al gobierno y una colaboración y cooperación inteligentes de las distintas fuerzas del pueblo con el gobierno y las instituciones estatales”.
Lo que establecía Perón era una verdadera democracia social. La ejecución de esta política se plasmó a lo largo de sus gobiernos; el ejemplo más claro es la conformación del segundo plan quinquenal. Estas premisas no son sectarias ni excluyentes porque los “cuerpos intermedios son creaciones libres del pueblo según sus necesidades y no creaciones del Estado”. (Buela, 2022).
Para que se entienda: Perón no elabora una serie de disquisiciones técnicas o meramente filosóficas. Lo que elaboró es un proyecto de vida revolucionario y ético. Lo especificó al expresar que “la Comunidad Organizada implica la creación de un sistema de instituciones políticas, sociales, es decir, de estructuras intermedias completas que garanticen la presencia del pueblo en la elaboración de las decisiones y el cumplimiento de las mismas. Esto es, en definitiva, lo que se denomina democracia orgánica”.
En estos tiempos, de hibridación política e ideológica como justificación de la dominación oligárquica y de naturalización de los pactos con el régimen de la semi-colonia, el pensamiento y la ejecución política de Perón se revigorizan. No hace falta salir a buscar o crear una epistemología subalterna. El peronismo es epistemología de la liberación nacional.
Volver a Perón es una condición necesaria si se quiere superar este estadio. Perón no se ha ido. Está aquí entre nosotros, vigente, sólido y efectivo. Quienes lo niegan, por dentro y por fuera del Movimiento Nacional, terminan por abogar por una Argentina doblegada y de rodillas. No hay varios peronismos, esa falacia argumentativa implica la proscripción del peronismo en términos conceptuales y políticos. Hay un solo peronismo y es el de Perón.
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