Tu amigo es el enemigo
Esa claro. El único argumento que la oligarquía prevé como respuesta política a las demandas populares es la violencia expresada en todas las dimensiones sociales. Quienes ayer atacaron a los movileros de C5N dieron cuenta de ello a través de una ideología monolítica, centrada en el más acérrimo individualismo y servilismo cognitivo.
Lo que se ha puesto en disputa en Argentina no es la idea de civilización-barbarie, ni de capitalismo-anti capitalismo, estos binomios no representan ya lo que está en juego, que no es otra cosa que el pueblo contra el anti pueblo, la patria contra los anti patria. Por eso resulta liviano y naif el discurso presidencial que versa sobre la superación de la grieta. Esa igualación retórica implica la anulación de identidades colectivas que representan dos modelos de país absolutamente distintos.
La idea del enemigo-amigo tiene representación en anulación de las diferencias que pre existen a la crisis pandémica. ¿Se pude llamar amigo a un representante político que avaló y avala la asimetría social en nombre del desarrollo colectivo? ¿Puede ser un aliado aquel que durante las protestas contra la reformas jubilatoria y contra la flexibilización laboral, mandó a perseguir y reprimir a trabajadores y trabajadoras en Plaza Congreso? ¿De verdad Larreta, de la noche a la mañana, dejó de ser un enemigo del pueblo para ser un aliado con cara de demagogo?
Tal vez se pueda entender esa perspectiva conciliadora de Alberto Fernández como un acto voluntarista de la estrategia nacional. No obstante parece una movida ingenua. ¿Es necesario que el Presidente se crea eso de que hay que gobernar para todos? La realidad parece refutar las apreciaciones que, se huele, corren detrás de las tapas de algunos diarios.
Lo que ocurrió este 9 de Julio en el Obelisco, nada tiene que ver con la libertad de expresión o con la cuarentena. Se atentó liza y llanamente, como bien dijo un colega, de un acto vandálico que atacó la libertad de trabajo y esto se realizó en pleno ejercicio del quebrantamiento de la ley. La democracia no se forja a través del sometimiento de la mayoría al capricho ideológico de una minoría esclerótica. El “amigo” no actuó con la misma celeridad, en este caso, como cuando actuó para gasear y cazar trabajadores.
No se puede naturalizar la violencia, esta es dirigida sistemáticamente contra el pueblo trabajador. Con la narrativa que nos demanda la superación de la grieta no se construye la unidad nacional. Sobre todo porque en esa unidad los sectores reaccionarios excluyen y desprecian al campo popular. Ese infantilismo anula automáticamente la resistencia histórica del Movimiento Sindical, de la resistencia peronista, y equipara a víctimas con victimarios. Un erro político que nos puede terminar costando demasiado, sobre todo porque ante la violencia los cuerpos los pone un solo lado.
Las reacciones violentas de los militantes reaccionarios, demasiado mínimos por cierto, pero con una capacidad de instalación de agenda demasiado importante, imponen sus voluntades desestabilizadoras a través de un sector del periodismo que históricamente se alimentaron de la sangre de los trabajadores. Los violentos tienen rostros, nombres y apellidos. Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Fernando Iglesias, Lilita Carrió, Horacio Rodríguez Larreta y ese núcleo nefasto de periodistas miserables que denigran la profesión.
A su vez se hace imprescindible salir de la trampa que promueve la oligarquía. No son los medios los que van a dirimir el proyecto de país, en todo caso estos medios promueven las falacias del sistema que pregona como éxito político la desigualdad social. Es la política la que va a definir el destino del país. Allí es donde no puede haber errores, ni naturalizaciones cínicas, mucho menos alianzas zonzas con el enemigo en favor de la coyuntura.
Parte de la discusión nacional gira en torno al proyecto de industrialización, discernir en manos de quien vamos a dejar la capitalización del país, por ejemplo. La pandemia retrasó los debates profundos, pero atentos, no podemos estar discutiendo eternamente, antes y después de la crisis sanitaria, no había ni hay tiempo. Lo que equivale a decir que no hay lugar para las indecisiones, se necesita avanzar, con decisión, con firmeza, con convicción.
La unidad nacional no es con el enemigo, está más que claro. La unidad nacional se enmarca al rededor de la re fundación de la Comunidad Organizada, para ello hay que ir hacia la transformación del estatuto de la Independencia, retomar el camino de la declaración de la Segunda Independencia hecha por Perón, que es la independencia económica.
Por el momento da la impresión que estamos encerrados en un laberinto. Lo extraño es que existen mapas históricos que nos muestran la salida del mismo y no son leídos por quienes conducen al país. La realidad demuestra que se necesita avanzar, urge hacerlo, de lo contrario corremos el riesgo de permanecer en el plano del asistencialismo, como política moral dirigida hacia los más pobres. Es un ejemplo.
Ya sabemos lo que es la oligarquía y como juega de contra golpe. No podemos meternos constantemente en nuestro arco para ver si sacamos un buen resultado. Eso puede servirle a progresismo, a la social democracia. No al peronismo. Es contexto es crítico, también lo era para Perón en 1945. No podemos invalidar la historia. No podemos dormir con el enemigo.
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