Entre la desconexión y el silencio de los inocentes
Hay datos de la realidad concreta que escapan a la agenda política simplemente porque la misma no está situada. Lo que se empieza a percibir en los territorios es tan alarmante como dramático. Crece la violencia y avanza el consumo de drogas. Quienes trabajan en los barrios remarcan que el deterioro de la situación se acelera. La falta de empleo y el quiebre de la matriz contenedora del Estado, junto con el hostil contexto de supervivencia, conforman un mapa que demuele el argumento liberal en todas sus formas.
Más allá de las encuestas de opinión, hay una vida que no termina de apreciarse como tal. El sistema civilizatorio liberal se propaga como un virus mortal, mientras millones de personas quedan descartadas y sin proyecto de vida. La ausencia de presente y proyección de futurabilidad contribuyen a fragilizar la construcción comunitaria, que se sostiene por el trabajo que realizan en los barrios militantes de organizaciones intermedias.
Las medidas asumidas por Javier Milei, de la mano de Caputo y el lobby sajón, son meramente destructivas y contienen el germen de la colonización económica. Mientras tanto, el progresismo se atrinchera en agendas de menor valía que ponderan estigmas modernistas asimilados por el enemigo de los más humildes. Al calor de las redes sociales, se teje un entramado discursivo que carece de contenido y de valor estratégico, y que solo confirma que la guerra cognitiva se propaga con mayor fuerza y velocidad.
Crecen la desocupación, la pobreza y la violencia social. Sin embargo, la mirada no está puesta sobre los más humildes. La discusión política se ciñe en la superestructura, con intrigas de palacio y críticas morales que no agregan nada al cambio de situación. La clase trabajadora se repliega como gesto natural y defensivo ante la amenaza constante de la pérdida de puestos de empleo. Pero nadie parece prestar atención a los focos de incendio que se suscitan fuera de las cámaras, los streaming, X, Instagram y Facebook.
La ex periodista, devenida en cómoda ministra de cartera ficcional de Capital Humano, Sandra Pettovello, no solo no atiende a las y los trabajadores de la economía popular, sino que desoye los fallos judiciales que la intiman a entregar los alimentos almacenados. La acción de la funcionaria no es simplemente mezquina o caprichosa; es parte del programa de destrucción comunitaria que efectiviza el presidente turista. En la patología mileista, los números sobre-ideologizados no incluyen a las personas.
El plan es dejar en la pobreza extrema a millones de argentinos y disciplinar a los que queden dentro del sistema. Un país colonial y para pocos, en beneficio del capital financiero globalista y de su pregón civilizatorio. En el gobierno parece no tenerse idea alguna de lo que ello significa, más allá de las cifras apócrifas de la macroeconomía.
Mientras en Brasil, en el marco de la reunión de ministros del G20, el Ministro de Economía, Luis Caputo, se arrastraba ante las autoridades del Fondo Monetario Internacional y frente a Janet Yellen, secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Milei hacía lo mismo con su par francés, el devaluado Emmanuel Macron. El objetivo de los pusilánimes oficiales era conseguir dólares para sustentar su programa. El resultado fue magro. Plata no hay, le dijeron a los argentinos que no lo son, pero sobran fotos.
Esta semana, en silencio, con paciencia, sin caer en la prisa que promueven los militantes del microclima, el Consejo Directivo de la Confederación General del Trabajo demostró, como si hiciera falta, que el Movimiento Obrero es quien sostiene la ofensiva contra las políticas del gobierno libertario. Anunció que no asistirá a participar del mal mentado pacto de Mayo, que movilizará el próximo 7 de agosto junto a los Movimientos Populares en la tradicional marcha de San Cayetano, y que llamó a un encuentro de Secretarios Generales.
Durante la reunión de Consejo Directivo que se realizó el último jueves, gran parte de la charla giró en torno a la inmovilidad de la dirigencia política. No fueron pocos los representantes sindicales que aseguraron que la CGT está sola en esta lucha. La afirmación no es casual. Una gran parte de los dirigentes políticos considera que el gobierno de Milei puede caer por el propio peso de sus medidas. Sin embargo, son pocos los que pueden observar que ellos también pueden quedar atrapados bajo los escombros del derrumbe si no hacen efectivo un plan para salir del laberinto en el que se perdieron.
Si bien en el ámbito sindical no persiste el escepticismo, queda en claro que la tarea a realizar demanda redoblar los esfuerzos para no perder concentración de poder. El ánimo de las bases, en relación a la realidad que atraviesan, no es el mejor, y es allí donde el gobierno encuentra terreno para avanzar. Aun así, se comparte el diagnóstico sobre la explosión del modelo a corto plazo. Esto, lejos de representar un alivio, añade un nuevo ítem de preocupación a la lista.
Hay un punto en común sobre el cual dirigentes políticos intermedios y representantes sindicales coinciden: el abandono político. Existe un fuerte rechazo a poner fuerzas solamente en la construcción electoral. En la actual coyuntura, el clima social cambió para mal. La desolación puede terminar en frustración y las expectativas políticas decrecen si no hay un atisbo de reacción.
El modelo que fomenta Milei y al cual adhiere el progresismo liberal llevó a que en 2023, 733 millones de personas sufran hambre en el mundo. No es acertado pensar que el conjunto de la población está pendiente del valor del dólar. Gran parte del pueblo argentino está sumido en su angustia por llegar a fin de mes. Ese sentido de la supervivencia desata un proceso que puede canalizar experiencias traumáticas, sobre todo para una generación que no sabe cómo hacerle frente a la crisis y a su angustia.
Son horas aciagas. La confusión, la dispersión de fuerzas y la desorientación parecen ganar a una porción política demasiado preocupada por no perder el sentido de la corrección del buen salvaje que la mantiene en el juego. Pero las reglas cambiaron. Cuando una persona no tiene con qué alimentar a sus hijos, no hay regla ni juego posible. El desamparo es la peor de las condiciones.
“Lo fundamental es que los hombres del pueblo, los de la clase trabajadora, no se entreguen a la raza de oligarcas explotadores”, escribió Eva Perón, Evita, en Mi Mensaje. La dirigencia sindical es consecuente con ese pensamiento. La misión política es entender en profundidad a Eva, que en definitiva es conocer a Perón.
¿Será digna la dirigencia política del campo nacional para asumir el mandato de la abanderada de los humildes? ¿Tendrán los arrogantes de la narración la suficiente grandeza para caminar junto a los pobres y escucharlos? Evita se los dice en presente, más presente que nunca: “Todo explotador es enemigo del pueblo. ¡La justicia exige que sea derrotado!”.
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