Mas libranos Señor... de olvidarnos de Perón
En tiempos revueltos, interesantes y fundacionales, hay que concentrar los esfuerzos y determinar prioridades. No es tiempo de tibios. Ni de los analfabetos políticos, que según Bertolt Brecht, 'son tan burros que se enorgullecen y ensanchan el pecho diciendo que odian la política'.
Cuando el 8 de diciembre de 1945 se realiza la primera concentración de la Unión Democrática, los líderes de la UCR, del Partido Socialista, los demócratas progresistas, los conservadores y el Partido Comunista hablan a sus seguidores en un palco adornado por grandes retratos de Franklin Roosevelt, Winston Churchill y José Stalin, entre otros. Acompañados y apoyados por la Sociedad Rural y la Unión Industrial, se autoproclaman como los garantes de la libertad y la democracia. 12 días después, el 20 de diciembre, el entonces Coronel Perón promueve y promulga el decreto 33.302, creando el Instituto de Remuneraciones e instituye el sueldo anual complementario o aguinaldo. La Unión Democrática se toma una semana y el día 27 emite un comunicado calificando a la medida como "cruda demagogia electoral". Cualquier semejanza con la actualidad no es casualidad.
Juan Domingo Perón comenzaba activamente la campaña que lo llevaría a la presidencia en las elecciones de febrero de 1946. Conocía el poderío económico y la fuerza de los que se amontonaban en la Unión Democrática. Cualquier semejanza con el llamado Grupo A, no es casualidad.
Pero es en aquel preciso momento en que nos da una lección de conducción política y visión estratégica que no deberíamos olvidar: Perón nos enseña entonces, en ese momento liminar, que los peronistas sólo debemos confrontar "con los dueños del circo y no con sus payasos" e impone la consigna "Braden o Perón", sintetizando en esa contradicción dos visiones, dos proyectos de país, que 64 años después siguen en pugna.
Con la recuperación de las banderas históricas de nuestro movimiento a partir de mayo de 2003 y la profundización del modelo con la compañera Cristina Fernández desde 2007, las condiciones objetivas vuelven a desplegarse con toda su crudeza. Los adversarios transmutan en enemigos. El odio antipopular asoma sin máscaras. Los amanuenses del poder concentrado bailan la música de sus mandantes. La "progresía porteña cinematográfica" enarbola sus banderines de "Figuración o Muerte".
Mientras tanto, el verdadero titiritero, el mandamás de los políticos sindicalizados, el que da instrucciones a los que lo reverencian a cambio de espacio mediático en el oligopolio, el CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto, intenta confundirnos y mezclar las contradicciones principales con las secundarias. Produce un estado de crispación continuo y perversamente se lo adjudica al gobierno nacional. Agita la teoría de los dos demonios para ocultar la trama de complicidades con la dictadura genocida. Reinstala impresentables como el ex senador Duhalde o la patética Elisa Carrió. Promueve el vergonzoso viraje ideológico de incorregibles narcisistas agudos como Pino Solanas y Felipe Solá. Luego de haber acosado a Raúl Alfonsín, intenta hacer creer que su hijo Ricardito tiene algún valor mayor que la portación de apellido. La protección descarada al iletrado Mauricio Macri es un abuso de la lógica. El intento de engrandecer a un pequeño hombre como Cleto Cobos exime de todo comentario. Como siempre, usará a los que le sirvan y a los otros los echará al basurero.
Magnetto es la cabeza visible –a su pesar– de un dispositivo histórico de depredación y de exclusión de las mayorías. El sostén y promotor de "los dueños de la patria", de la Sociedad Rural y los oligopolios sojeros, de los vendepatrias y farsantes, del poder concentrado y antipopular, de los perseguidores de indios y gauchos, de los que se llenan la boca de republicanismo y bombardearon o justificaron los bombardeos de 1955 (ver declaración de la UCR en el '55). Socio de la dictadura cívico-militar genocida y artífice del ominoso silencio de sus crímenes y negociados.
Pero el poder que representa y sintetiza, aspira a que los hombres y mujeres del movimiento nacional, popular y transformador nos enredemos en discusiones y enfrentamientos con quienes son meramente piezas intercambiables del siniestro ajedrez de Magnetto. Y en esto trata que sólo confrontemos con sus alfiles y peones de los medios adictos y con los farsantes que se autodenominan "periodistas independientes" y con los políticos que –parafraseando a Antonio Machado– son un "coro de grillos que cantan a Clarín". No podemos ni debemos confundirnos con sus tácticas distractivas.
La Argentina del Bicentenario tiene que tener la grandeza de los grandes ejemplos humanos y políticos de su Historia. En tiempos revueltos, interesantes y fundacionales, hay que concentrar los esfuerzos y determinar las prioridades. No es tiempo de neutrales ni de tibios o indiferentes. Ni de los "analfabetos políticos" que según Bertolt Brecht "son tan burros que se enorgullecen y ensanchan el pecho diciendo que odian la política".
Las elecciones de 2011 son tan decisivas como las de 1946. Ayer fue "Braden o Perón", y hoy se articulan alrededor de una opción de hierro: el poder concentrado que comanda Magnetto o la patria justa, libre y soberana, conducida por Néstor y Cristina.
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