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Algunos apuntes bajo la mirada de un desaparecido

jorgeeduardorulliCae la tarde en las cercanías de la Plaza de San Justo. Delante de mis ojos, se desenvuelve como en el cine, el paisaje triste de una Argentina urbanizada compulsivamente, todos pasan apurados, el común carece de mayor tiempo para sí o para su familia, sufren empleos basura e ingieren comida chatarra.

Para ir a Buenos Aires, viajan hacinados en trenes que fueron desechados en Europa años atrás y que circulan sobre materiales ferroviarios obsoletos, y en esas condiciones llegar a destino es siempre una lotería. La política ha devenido en los cordones periurbanos, mero cotillón y asistencialismo desembozado.

Muchas veces se mezcla también con las organizaciones narcos y con el punterismo más grosero. En estas zonas, ser funcionario es acceder al negocio de lo público y ascender de clase, esa clase que en los setenta fuera tan deseada, que se visualizaba como la de los sujetos que protagonizaban la historia y que hoy es tan sólo un abismo oscuro del que se trata de escapar, a cualquier precio...

De aquellas épocas quedan algunos relictos. Donde estemos, en cualquier lugar al que vayamos, encontraremos el rostro de un desaparecido que nos mira. Ahora estoy en el Sindicato de Municipales de la Matanza y el desaparecido que me mira fijamente adonde estoy sentado frente suyo y escribiendo, se llamaba Jorge Luis Congett y además de haber sido alguna vez empleado municipal, fue en su momento compañero de Gustavo Rearte.

Por la vereda y bajo la llovizna, pasa gente ensimismada. La calle tiene un aire triste de mercadeo periurbano y los gases de los ómnibus que la transitan le quitan toda magia y cualquier romanticismo. Una película de lodo amasado con naftas y desechos, homogeniza la calle y las veredas.

La mirada de Congett pesa sobre mí, insistente, me interroga. En un rato celebraremos el final de un curso sobre formación política que he venido dictando para un grupo de compañeros. Me pregunto si habré logrado a lo largo de las semanas, despertar en los asistentes la conciencia de esta paradoja dolorosa en la que viven sumergidos, la terrible paradoja en la que vivimos todos, cuando después de tantas luchas, los opuestos se intercambiaron y los sueños revolucionarios de ayer se transformaron en las actuales pesadillas.

Muchos de ellos se encuentran seguramente convencidos que, al menos en principio, algo ganaron. Sin embargo, es verdad que se puede perder muchísimo cuando se gana, al menos cuando se gana de este modo, congelando para siempre las utopías y elevando al poder, a conversos y corruptos.

El desaparecido continúa clavándome sus ojos desde su foto de carnet ampliada y encuadrada por la solidaridad y la ternura, de compañeros que es probable ni lo hayan conocido. Tiene el ceño fruncido y la tristeza de haber tal vez imaginado su horrible, pavoroso destino.

Yo me vuelvo ahora una vez más, para mirar al pueblo pobre y triste que desfila por la calle Almafuerte y me abruma la vergüenza por haber sido parte de un proyecto que acabó hundiendo a tantos en la más profunda miseria. Hoy es el día oficial del Montonero y seguramente muchísimos altos funcionarios estarán en estos momentos celebrándose a sí mismos. Sí, celebrarán el éxito de sus pequeñas vidas miserables...Ellos ganaron, que Dios se apiade ahora de sus almas. La mirada que me mira desde el muro sigue siendo tan dura como antes...

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