Las enfermeras argentinas durante el primer peronismo: Servir a la humanidad.*

Suele sostenerse con excesiva liviandad que el primer peronismo emergió a la vida del país a consecuencia de la aguda crisis por la que atravesaba el régimen político, económico e institucional erigido con posterioridad al pronunciamiento cívico-militar de setiembre de 1930 y de las particulares condiciones internacionales de post guerra.

Solo eventualmente, un reducido núcleo de autores, han hecho  especial referencia al contexto sociocultural de la época y a la importancia que éste tuvo en el surgimiento del movimiento político y cultural, que, una vez en el poder, asumió una impronta que puso en jaque al orden emergido con posterioridad al derrocamiento de Hipólito Yrigoyen. Proponemos entonces a partir de una ligera lectura de ese contexto, obtener algunas nociones vinculadas a los principales aspectos filosóficos culturales que nutrieron las realizaciones de este período conocido como el primer peronismo, y en especial, la obra vinculada a la salud pública.

Uno de los pensadores que se concentro especialmente en este tópico es Juan W. Wally en un trabajo escasamente difundido: Generación de 1940, Grandeza y frustración, publicado por la Editorial Dunken en el año 2007[1]. Allí dicho autor analiza meticulosamente la labor artístico – cultural de una generación que define como la “generación argentina de 1940”. Entre las características que el ensayista resaltará de dicha generación encontramos dos que resultan significativas para el presente análisis:

I.- Revolución estética: En las décadas previas a los acontecimientos de octubre de 1945 se expresará un vigoroso y pluralista movimiento cultural donde se manifestaran - entre otras - la cuestión de la identidad colectiva. Una “nueva sensibilidad” recorrerá las obras de los artistas quienes apelando a un vanguardismo rupturista o simplemente a formas tradicionales, se pronunciaran enunciando desde  crudas descripciones de una realidad angustiante, hasta nuevos anhelos y esperanzas colectivas.

II.- Nativismo cultural: “Una revalorización de la cultura hispano criolla – ya iniciada principalmente por Manuel Gálvez y Ricardo Rojas -, y más concretamente a partir del rescate del prototipo gaucho del Martín Fierro por Leopoldo Lugones”[2]  recorrerá las obras de esta progenie y nutrirá su producción.

La revolución estética y el nativismo cultural se pronunciaran a través de una innumerable cantidad de artistas y autores en todos los campos del quehacer artístico. Aunque resulta imposible enunciar taxativamente a todos sus referentes, algunas referencias pueden acercarnos a la magnitud del fenómeno: (…) “los bellos paisajes de La Boca y sus protagonistas,en  Benito Quinquela Martín y los motivos camperos de las caricaturas de Florencio Molina Campos”[3], que conectarán la belleza visual con el sentimiento popular. Esta nueva sensibilidad de minorías y mayorías se verá reflejada, también, en el desarrollo de la música popular argentina:”(…) la mención de Carlos Gardel, Ignacio Corsini, Agustín Magaldi, Azucena Maizani, Rosita Quiroga, Esteban Celedonio Flores, Francisco Canaro, Pascual Contursi, Enrique Cadícamo, Enrique Santos Discépolo, entre tantos otros, nos exime de mayores comentarios. El teatro nacional tuvo a Armando Discépolo, Alberto Vacarezza, Samuel Eichelbaum, Luis Arata, entre otros destacados cultores. Juan Alfonso Carrizo y Carlos Vega hurgarán en las raíces de nuestro folklore. Carlos Gilardi, Luis Gianneo y Juan José Castro seguirán la línea de las dos generaciones anteriores en la expresión del llamado “nacionalismo musical”[4].

No obstante, el devenir de esta generación expresará  coincidencias y disidencias y, además, expectativas políticas no siempre concordantes.         

Adherimos a la hipótesis de que la influencia de los aspectos resaltantes de su obra, resultó decisiva para los acontecimientos sociales y políticos que acontecieron a mitad del siglo pasado. Así creemos que una profunda convulsión estético – cultural precederá a la revolución política, a la vez que le otorgara sentido a través de la labor interpretativa de un protoperonismo constituido – entre otros –  por agrupaciones como F.O.R.J.A  (Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina) y por la literatura anti imperialista de la época como la de Manuel Ugarte, José Luis Torres entre otros.

En medio de la convulsión artística motorizada por la progenie en estudio la filosofía, por su parte, intentara dar cuenta de este florecer cultural y formular sus aportes. No resulta casual que circulara por todo el pensamiento filosófico de la época el interrogante sobre “que es la Argentina”, incógnita que nos vinculaba a su identidad, no sólo como un impulso hacia la búsqueda de una tradición (como indagación en la configuración ontológica de nuestro pasado) e inscribirse en ella, sino como una delimitación de un universo de pertenencia y de sustento para el futuro. No resulta extraño además que en todo ese florecer cultural y filosófico se planteen  universales vistos -  al decir de autores como Arturo Jauretche - por los propios ojos y un destino americano mestizo capaz de asumir como propios esos universales.

Como bien enseña Gerardo Oviedo, ese pensamiento filosófico argentino implicaba (…) “un estado crítico de autorreflexión sobre los destinos emancipatorios de esta nación sudamericana y del continente. Cierta conciencia de si. Una autorreflexión histórico intelectual, no sólo como un modo de encarar la prosecución de una tradición, sino como práctica para esbozar un horizonte de comprensión sobre nuestras expectativas vitales como mundo cultural y comunidad política”[5]Coriolano Alberini citado por Oviedo, advertirá en sintonía que (…)  “lospueblos de vocación ciudadana poseen una manera propia y espontánea de sentir la vida que se corporiza en creencias que llegan a expresar intuitivamente una axiología colectiva”[6] .Carlos Astrada, también mencionado por Oviedo, se expresará manera similar[7].  

La cuestión de la salud durante el primer peronismo no solo resultó un propósito de relevancia que se incorporó como un asunto de estado a un gobierno que asumió una fortísima impronta social. Fue, además, consecuencia de esa “nueva sensibilidad” que recorrerá todos los ambientes culturales de la época y que se extenderá hacia los científicos.

Entre otras cuestiones abordadas en dicha materia, llamará especial atención el impulso hacia la profesionalización y la dignificación de la labor de enfermería por parte la Secretaría de Salud Pública – a partir del año 1947  – a cargo del injustamente olvidado Ramón Carrillo, hasta su consolidación institucional en 1950 con la creación de “Escuela de Enfermeras 7 de mayo” de la Fundación Eva Perón[8]

Ya en 1951 bajo el lema “Nuestro destino es servir a la humanidad” (aquí aparece el universal) se publicitaba la “Escuela de Enfermeras 7 de mayo” de la Fundación Eva Perón. No obstante, bien puede referirse a la importancia que cobro el “Plan Analítico de Salud Pública” (1947) elaborado por el mismo Carillo. Dicha obra significó una novedosa revalorización de la figura de la mujer enfermera, quien hasta entonces cumplía un rol de “cuidadora” y desempeñaba tareas domésticas en los hospitales. Se estableció allí, además, la necesidad primordial de la capacitación como instrumento vital de una profesión destinada no solo a acompañar tratamientos médicos, sino también, a contribuir con el  cuidado integral de los pacientes, tal como se conoce en la actualidad.

Cabe señalar que en la época no se contemplaban derechos laborales ni remuneración alguna, puesto que la tarea de enfermería se consideraba como una actividad benéfica y/o voluntaria. El Hospital Rivadavia, la Maternidad Peralta Ramos, dependientes de la Sociedad de Beneficencia[9], y la Cruz Roja Argentina fueron los lugares emblemáticos donde se desempeñaban las jóvenes aspirantes que ingresaban a la enfermería, como actividad puramente vocacional y de servicio al prójimo; como un rol caritativo y de fuerte anclaje social. Es decir que en aquellos años existían dos grandes centros formadores de las auxiliares: La Escuela de la Cruz Roja y la Escuela de la Sociedad de Beneficencia, que posteriormente pasó a la órbita de la Fundación Eva Perón[10]

María Eugenia Álvarez fue la Directora de la “Escuela de Enfermeras 7 de mayo” entre 1951 y 1955 y además, enfermera personal de Eva Perón – “La enfermera de Evita” – como la historia argentina la señalaría años después al identificarla como una de las mujeres más cercanas a Eva en sus horas más críticas.  Su testimonio en el Programa de Historia Oral del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón, refleja esta cuestión:

“El Hospital Rivadavia era sólo de mujeres por eso mi formación, y carrera, se especializó en el cuidado de pacientes mujeres. Luego de finalizar los estudios continué en el hospital. Hacia el horario de todo el personal, de seis de la mañana hasta las siete de la tarde, en la zona 15, pabellón Cobo, sala 15. A los veinte años continuaba siendo ayudante de enfermería, es decir que cumplíamos la función de mucamas porque las Damas de Beneficencia no contrataban mucamas, guardaban la platita para otra cosa, así que estaban las enfermeras que trabajaban de enfermeras y las ayudantes que hacíamos de mucamas, desde cambiar al paciente hasta limpiar las persianas de metal”.

Hasta que no fui mayor de edad no tuve salario fijo. Me nombran justo cuando vino el General Perón porque por esos momentos cumplí los 21 años y enseguida me nombraron. En realidad me nombraron en 1945 pero había terminado mis estudios seis meses antes de cumplir la mayoría de edad y trabajé sin recibir nada. Nadie tuvo la culpa, no se acordaron las pobres monjitas. Lo que sé es que estudié para ser enfermera, que era lo que quería a pesar de no recibir remuneración. (…) [Cuando] el General Perón ya era Presidente, por supuesto. Llegaron finalmente las ocho horas, los nombramientos, los sueldos, los francos, porque perdón, pero nosotros teníamos un franco una vez al mes. Todos seguimos trabajando normalmente a pesar del cambio político. Seguro que había comentarios pero nosotras trabajamos en nuestra tarea de enfermeras apolíticas” [11]

Antes del desempeño de Álvarez como responsable de la Escuela,  Teresa Adelina Flora, ocupó el cargo administrativo de la organización siguiendo los lineamientos formulados por Carillo. La investigación “La Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón” retoma este proceso que se gesta a partir de 1947 hasta 1950 cuando finalmente la Escuela de Enfermeras 7 de mayo se integra a la Fundación y se consolida con una estructura y una centralización bien definida, gracias al amparo que le brinda esta última.

“Con la intervención de la Sociedad de Beneficencia, el Dr. Armando Méndez San Martín decide transformar su escuela de enfermeras en una institución más acorde con las proyecciones asistenciales. Para ello encargó la tarea a Teresa Adelina Flora, hasta ese momento secretaria de la Escuela de Enfermeras del Hospital Peralta Ramos. Se concentraron todas las escuelas de enfermeras existentes y crearon nuevos planes de estudios que perfeccionaron la enseñanza. En menos de un año se organizó la nueva Escuela de Enfermeras que lleva el nombre` Escuela de Enfermeras 7 de mayo`.

Teresa Adelina Flora se ocupó de la organización administrativa mientras que la organización de la metodología y didáctica fue trabajo de un grupo de médicos que delinearon los planes de estudio en los cuales se reflejan algunas metas que proponía Carrillo.

 Los cursos de enfermeras tenían una duración de dos años y su plan de estudios incluía doce materias que conformaban el ciclo de grado. El Programa consistía en las siguientes asignaturas:

Para Primer Año:Higiene y Epidemiología, Anatomía y Fisiología, Semiología, Patología general y terapéutica, Defensa nacional y calamidades públicas.

Para Segundo Año:se dictaban primeros auxilios, enfermería médica y quirúrgica obstétrica, ginecología y puericultura, dietética y medicina social. Se completaba con la formación de un posgrado que se llevaba adelante con prácticas hospitalarias.

Por otra parte, las alumnas recibían clases de conducción de vehículos. Esto se debe a la dotación de la Escuela de Enfermería compuesta por unidades del cuerpo de emergencias en motocicletas, ambulancias hospitalarias, ambulancias equipadas para operaciones de urgencias, unidades Jeep con equipo de oxígeno y anestesias; además de los camiones para el traslado del personal médico y enfermeras” [12]

A partir de la revisión historiográfica y el testimonio de sus protagonistas se infiere que la cuestión de la enfermería argentina, como parte fundamental de la medicina integral, no había sido contemplada ni valorada como tal hasta las reformas introducidas por el peronismo a través del Dr. Ramón Carrillo y su Plan Analítico. Asimismo, es destacable el rol desempeñado por el Estado como garante de los derechos de esas trabajadoras, hasta el momento despojadas de remuneraciones sociales y formación académica eficiente para el desarrollo de tal labor. De esta forma, el Estado reivindica y fomenta la medicina preventiva en sus múltiples aspectos, dado que mejora, al mismo tiempo, el sistema de salud que beneficiará la calidad de atención de sus pacientes.

La indudable composición femenina de la enfermería nos remite además a un primer peronismo que resultó impulsor de los derechos legítimos de la mujer. Su primer gran logro se instituyó 23 de septiembre de 1947 cuando en un acto frente a la sede de la CGT, el Coronel Juan Domingo Perón, firmó el decreto presidencial que le dio valor institucional a la ley 13.030, que otorgó el acceso al voto a las mujeres de todo el país y que, finalmente, hizo realidad el sueño de muchas mujeres mas allá de su filiación partidaria como Alicia Moreau de Justo, Alfonsina Storni y, en especial, de su insoslayable compañera Eva Duarte de Perón, quien lucho fervientemente en pos de este propósito democrático.

Ya por octubre de 1944 manifestaba Perón al inaugurar la División del Trabajo y Asistencia de la Mujer: “dignificar moral y materialmente a la mujer equivale a vigorizar la familia. Vigorizar la familia es fortalecer la Nación, puesto que ella es su propia célula. Para imponer el verdadero orden social, ha de comenzarse por esa célula constitutiva (…) de toda agrupación humana que es la familia”. Mediante estas simples reflexiones el ex presidente de los argentinos advirtió ya en su tiempo, que había llegado la hora de la dignificación moral y material de la mujer, presupuesto indispensable para fortificar la familia y de esta forma robustecer la Nación.

El 4 de mayo de 1950, Eva Perón pronunció un discurso con motivo del almuerzo ofrecido en su honor por el partido peronista femenino distrito Capital Federal. Allí entre otras consideraciones recomendó a las mujeres: 

“…ser tolerantes, porque hay que tolerar para que nos toleren: deben ser persuasivas y llevar adelante la  doctrina, y no solo predicarla, sino practicarla con amor, con espíritu de abnegación y de renunciamiento”. Dijo además: “…Sacrifiquémonos; no pensemos en horarios ni en nada. Estamos luchando por el ser o no ser de la Patria y, cuando las fuerzas físicas se debiliten, levantamos nuestros ojos hacia la figura de nuestro Líder…”. Por ultimo señaló: “Empecemos por ser disciplinadas. Seamos unidas; yo quiero que la mujer Argentina logre algo, que llegue, que triunfe. Aspiro a que las mujeres   tengan   un   arma   poderosa   en   su   unidad   y   que sean organizadas: así triunfaremos,  si no, no[13].

Tolerancia, sacrificio, organización, capacitación y solidaridad fueron los bastiones sobre los cuales se asentó la definitiva incorporación de la mujer a la vida institucional del País. Pero a la vez, el reconocimiento de los derechos de trabajadores y trabajadoras, resulto el puntapié inicial para la revalorización de una actividad primordial en Salud como la de la enfermería. Dicha revalorización encontrará fundamento en una “nueva sensibilidad” que cruzará los espíritus de las generaciones predecesoras, sensibilidad además que llevará a médicos como Carrillo a implementar un inedito regimen de salud preventiva que con el tempo mejorará sustancialmente la calidad de vida de todos los argentinos.

 

*Texto publicado en el libro: “La enseñanza de la enfermería en la Universidad Nacional y Popular. el caso de la Universidad Nacional de Lanús”. Ramón Álvarez y Silvia Cárcamo editores – autores. Editorial Universidad Nacional de Lanas- EDUNLA.

** ProfesorTitular Ordinario del Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano de la Universidad Nacional de Lanús. Director del Departamento de Planificación y Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Lanús

*** Licenciada en Periodismo.  Universidad Nacional de Lanús.

 

[1]Wally, Juan W: “Generación Argentina de 1940: grandeza y frustración” de. Editorial Dunken. Año 2007.

[2]Wally; Juan W: ibídem

[3]Wally; Juan W: ibídem

[4]Wally; Juan W: ibídem

[5]Oviedo, Gerardo.Historia Autóctona de las ideas filosóficas y autonomismo intelectual: sobre la herencia del siglo XX, disponible en  www.labiblioteca.edu.ar consultado el 08-12-2013

 

[6]Alberini, Coriolano. “La cultura filosófica argentina” citado por Oviedo Gerardo; “Historia Autóctona de las ideas filosóficas y autonomismo intelectual: sobre la herencia del siglo XX”, disponible en  www.labiblioteca.edu.ar consultado el 08-12-2013

[7](…) “El pueblo auténtico es una unidad de destino prospectiva, dinámica, deviniente en pos de estructuras que lo interpreten y le dan forma consistente de comunidad histórica, de fines claramente marcados y de medios excogitados con acierto. El pueblo cuando existe políticamente de verdad, es siempre la evolución o la revolución económica, social y política y así crea sus propias estructuras, dentro de las que ha de encauzar su vida y sus realizaciones".

[8]Ramacciotti y Valobra: “La profesionalización de la Enfermería en  Argentina: Disputas políticas e institucionales durante el Peronismo” en Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia Editorial Asclepio, 2010.

[9]El 6 de septiembre de 1946 y mediante el decreto Nro. 9414/46 es intervenida la Sociedad de Beneficencia de la Capital Federal.  El 28 de septiembre de 1948 mediante la ley nacional Nro. 13.341, todos sus bienes, conjuntamente con su personal, derechos y obligaciones, se transfieren a la Dirección Nacional de Asistencia Social. Así la Escuela de Enfermeras que funcionaba en la maternidad Peralta Ramos -hospital controlado por la Sociedad de Beneficencia- pasó a estar bajo la égida de la Dirección Nacional de Asistencia Social. Entonces, la Escuela pasó a denominarse “7 de mayo” en homenaje  a la fecha en que había nacido Eva Perón

[10]Cipolla Damián, Martínez Romina y Macek Laura: en Revista de historia bonaerense, Año 18, Nº 38, 2011

[11]Álvarez M. La enfermera de Evita, INHEP, Bs.As, 2010

[12]Della Sánchez de Rozier:18 de mayo de 2009, entrevistada por Cipolla Damián, Martínez Romina, Macek Laura.ibídem

[13]Pestanha, Francisco: Mujer y Movimiento Obrero”, conferencia Encuentro Nacional de Mujeres Trabajadoras de Edificios (FATERYH), 2009

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