El Pensamiento Nacional y la Salud Pública. (I)
Con la colaboración de Melina Aversa.**
A lo largo de nuestra historia, las políticas públicas han atravesado diversas etapas; no solo en cuanto a las orientaciones conceptuales e ideológicas a partir de las cuales fueron elaboradas sino también por sus modalidades de concepción, proyección y ejecución. En el caso particular del período comprendido entre 1946 y 1955 -conocido como “el Primer Peronismo”-, estas fueron consecuencia de la planificación estratégica de dos instancias organizativas impulsadas desde el Estado: el Consejo Nacional de Postguerra primero y el primer Plan Quinquenal después. Más allá de esta circunstancia, sin ninguna duda ambas fueron influidas por la matriz epistemológica y conceptual autodenominada “Pensamiento Nacional”.
Tanto el Consejo como el Plan Quinquenal fueron diseñados a partir de una convocatoria que intentó aglutinar referentes de distintas disciplinas, pertenecientes a diversas extracciones ideológicas y políticas, con el fin de concebir un plan integral y armónico de gobierno. No obstante, a diferencia de otras etapas de nuestro devenir, la composición de los cuadros que las integraron estuvo íntimamente vinculada a un proceso histórico-cultural que precedió al peronismo triunfante el 24 de febrero de 1946, expresado en la matriz citada en el párrafo anterior.
El proceso histórico cultural al que nos referimos fue protagonizado por componentes de una generación que, entre otras expresiones, protagonizaron “una inédita convulsión cultural”: la misma que Juan W. Wally, en su tristemente poco difundida obra “Generación de 1940. Grandeza y Frustración”[1], denomina “generación décima de la historia argentina”. En su trabajo Wally analiza meticulosamente la labor artístico-cultural de la progenie que define como “generación argentina de 1940”, es decir los nacidos entre 1888 y 1902. Según el autor, dicha generación "… fue la de mayores riquezas individuales de nuestra historia"; sostiene, además, que “… a partir de 1940, y muy especialmente en 1943, se advierte el decidido protagonismo histórico y el pase a primer plano de la generación décima de la historia argentina, de acuerdo a la cronología propuesta por Jaime Perriaux, inspirado en el pensamiento de José Ortega y Gasset. La generación décima (…) tiene su etapa de formación entre 1910 y 1925, (…) de gestación entre 1925 y 1940 y de gestión entre 1940 y 1955”[2]. Wally, posicionándose en un historicismo de nítida orientación nativista, sostiene en su obra la tesis de que una verdadera conmoción estético-cultural precederá a la revolución política, la que a la vez le otorgará sentido a través de la labor interpretativa de numerosos pensadores y organizaciones proto-peronistas tales como F.O.R.J.A (Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina). Coincidentemente autores como Fermín Chávez, en múltiples obras, señalan los hitos y los protagonistas que concibieron y difundieron algunas de las ideas-fuerza que nutrirán al Primer Peronismo.
En lo atinente a la cuestión de la Salud Pública, la influencia de esa corriente de pensamiento que fue configurándose durante las décadas previas a los acontecimientos de octubre de 1945 estuvo representada, principalmente, por una figura injustamente olvidada durante decenios: el Dr. Ramón Carrillo.
Bien vale señalar que a poco tiempo de producirse la revolución de junio de 1943, más precisamente el 21 de octubre, se dictó el Decreto 12311 mediante el cual se creaba la Dirección Nacional de Salud Pública y Asistencia Social dependiente del entonces Ministerio del Interior a cargo de Alberto Gilbert, quien fue reemplazado inmediatamente por Luis César Perlinger (substituido posteriormente por presión de Juan D. Perón en razón de sus posiciones cercanas al fascismo). Este Decreto estableció un marco de “centralización de la cuestión de la salud”, aglutinamiento que según los considerandos de la norma “… cuenta con la aprobación unánime de todos los círculos científicos (…) constituye desde hace tiempo el fundamento y la tendencia de medidas legislativas y administrativas y es indudablemente una de las aspiraciones más concretas y urgentes de la opinión publica del país”[3]. Un año después, a instancias de la Dirección Nacional se obtuvo la sanción de la ley 12912 (Decreto-ley 31589/44) que en su artículo 21 ordenaba que “… el organismo sanitario nacional formule los planes nacionales de sanidad y adopte las medidas para su cumplimiento”[4].
A los pocos días de asumir Perón como Presidente de la Nación transfirió las funciones del Consejo Nacional de Postguerra a la Secretaría Técnica de la Presidencia. Dice Santos Martínez[5] que a esta Secretaría le fueron encargadas las tareas de reformas y racionalización administrativa, planificación, coordinación y formas de sujeción de cuanto tuviera relación con los problemas financieros, económicos y sociales del país. Fue esta Secretaría la encargada de preparar el Plan Quinquenal 1947-1951 presentado al Congreso en octubre de 1946. Tiempo después y siguiendo la orientación del Plan, fueron propuestos por el Poder Ejecutivo dos proyectos de ley: “Bases del Código Sanitario y de las Facultades Otorgadas al Organismo de la Sanidad Nacional” y “Construcciones y Servicios Sanitarios”.
Tal como menciona Mignone[6], en diciembre de 1946 se publicó la primera edición del Plan Analítico de Salud Pública, desde donde se intentaba abordar todas las derivaciones teóricas y prácticas de esas dos leyes básicas de la Sanidad Nacional. El Plan Sanitario, tal como lo afirmó la misma Secretaría de Salud, tuvo como objetivo disponer de un programa orgánico, metódico y ajustado a las necesidades mínimas del país, donde se hacía hincapié especialmente en las urgencias.
Como puede observarse, el Primer Peronismo asumió una modalidad de gestión basada en una planificación realizada sobre bases empíricas y un extraordinario diagnóstico del estado sanitario de la población, a contrapelo de los gobiernos precedentes donde la Salud Pública, y en especial aquella dirigida a los sectores de menores recursos, no había constituido prioridad alguna.
Las propuestas formuladas por Carrillo secundado en aquel entonces por el Dr. Germinal Rodríguez[7], un especialista en medicina social y preventiva, contemplaban todos los aspectos vinculados a la higiene pública, a la higiene industrial y la medicina del trabajo, a la farmacología y control farmacéutico, a la creación de plantas industriales médico farmacéuticas, a la creación de una droguería central, a la creación de un Instituto de Higiene Social, de un Instituto Médico Social de Rehabilitación de Inválidos, uno similar para la Medicina e Higiene Escolar y otro orientado a la Fisiopatología del Deporte, a la construcción de hospitales y estaciones sanitarias de observación y aislamiento en las fronteras y puertos, y a la creación de una Escuela Técnica de Salud Pública, entre otras tantas previsiones.
El Plan de Orientación Sanitarista concebido por Carrillo fue preciso, efectivo y abrumadoramente exitoso y contó con elementos de diagnóstico muy importantes, entre ellos los resultados de los exámenes médicos que se les practicaban a los ciudadanos al ingresar al servicio militar, información de la que obtuvo conocimiento al hacerse cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del flamante Hospital Militar Central. En esa institución, además, conoció a Juan Domingo Perón cuando este acompañó a su madre, Juana Sosa, a atenderse en el hospital. Según algunas fuentes[8], Carrillo cumplió con la misión de entregar dos cartas confidenciales de Perón cuando preparó especialmente una habitación aislada “para el preso de Martín García”. Eran cartas clave con respecto a lo que se avecinaba: una dirigida al Coronel Velazco y la otra a Eva Duarte.
El resultado de la planificación efectuada por Carrillo y su equipo se materializó entre 1946 y 1954 cuando, entre otros extraordinarios logros, la dotación de camas pasó de 66.000 a 132.000 (cifras aproximadas), se edificaron más de cuatro mil establecimientos sanitarios, disminuyó ostensiblemente la mortalidad por tuberculosis, se redujo notoriamente la mortalidad infantil del 90 por mil al 56 por mil, se erradicaron epidemias como el tifus y la brucelosis y enfermedades endémicas como el paludismo, y aumentó visiblemente la esperanza de vida de los argentinos y argentinas en menos de una década.
Más allá de las cuestiones vinculadas al éxito obtenido por la política sanitaria, Carrillo perteneció a la misma generación que fue promotora del desarrollo de una clara alineación nacional, formación que tuvo íntima relación con el proceso cultural descripto precedentemente y con una literatura de época que receptó las ideas, conceptos y anhelos de una comunidad que aspiraba fervientemente a su autodeterminación y que se expresó con nitidez en las jornadas del 17 octubre de 1945 en la consigna “patria sí, colonia no”.
Carrillo compartía con otros científicos y pensadores de su tiempo una concepción orgánica de la sociedad en plena sintonía con el pensar del mismo Perón, tal como expresara en “La comunidad organizada”, concebida en un “(…)clima epocal caracterizado por antagonismos de sistemas opuestos y de clases, y que emerge como una propuesta de armonización entre los intereses individuales y colectivos en el marco de una organización estadual que asegure la dignidad de todos, y de una democracia real, donde el único verdaderamente soberano y protagonista es el pueblo”[9]. Esta “comunidad organizada” emerge como respuesta y propuesta a otra antítesis de la época, ya que “… evidenció una exacta comprensión del conflicto latente que se establecía por entonces, entre el adelanto científico-tecnológico por un lado, y la preservación y exaltación de los valores de la dignidad del hombre, por el otro”[10].
Si bien Carrillo provenía de una tradición católica, no dudará en impugnar ciertas concepciones que a su criterio desnaturalizaban en la práctica tal doctrina. En su discurso de asunción expresará que “(…) la medicina curativa de las clases no pudientes, en virtud de ese régimen individualista tradicional, se fundó principalmente en la caridad cristiana, base sentimental que resulta ya anacrónica, socialmente insuficiente y moralmente diminutiva de la moralidad humana”[11]. Tal expresión implica una evidente modificación del paradigma sanitario de la época, para concentrarse en lo asistencial a través del concepto de una medicina social orientada fundamentalmente a lo preventivo, y en donde la dualidad “sanidad/enfermedad” se relacionan con el entorno en el que se desarrolla el ser humano.
Carrillo comparte la prédica anticolonialista de la época y la necesidad de integrar un movimiento dotado de esa épica emancipadora que nutre el surgimiento del Primer Peronismo. Ese ideal emancipador cuyo objetivo será la liberación integral del país “(…)es ideológicamente definitorio dada la implantación histórica de estos movimientos en un continente estructuralmente dependiente y trae como consecuencia que, como en toda empresa independentista nacional, los movimientos agrupen en función de la pertenencia a la nación más que de la pertenencia a una clase. Esta circunstancia los hace policlasistas y, aunque predominantemente se componen de los sectores populares y obreros, no están atados a dogmatismos de clase; es decir, son más nacionales que clasistas. Precisamente, el contenido nacionalista que portan es criticado por ciertas perspectivas internacionalistas y esa característica, sumada mecánicamente a la circunstancia de que varios de los líderes populares provienen de las fuerzas armadas, basta para que algunas versiones los tilden de ‘militaristas’, ‘nazis’ o ‘fascistas’”[12].
Carrillo y su equipo expresarán aquello que señaló el filósofo Armando Poratti, cuando enunció que “(…)la imbricación de filosofía y acción resulta en nuestra América de su mismo carácter esencial de mestizaje (…). Fue el único lugar donde la expansión europea mezcló su sangre con las etnias nativas, a lo que agregaron los africanos y otras fuentes múltiples. El mestizo es en sí mismo una resultante no dialéctica, una unidad de diferencias reales y tal vez contrarias (…). América entonces no permite, pues, un lugar claro desde el que se la pueda ‘contemplar’, esto es, hacer ‘teoría’ sobre ella. Se la entiende en la acción que al mismo tiempo la va creando, en el trato con los elementos y conflictos profundos que la constituyen”[13].
Uno de los pilares de la revolución sanitaria que impulsó el Primer Peronismo de la mano de Ramón Carrillo fue la Enfermería. En la Universidad Nacional de Lanús, el Ciclo de Licenciatura en Enfermería y la Licenciatura en Enfermería con dependencia académica en el Departamento de Salud Comunitaria (Resolución Ministerio de Educación Nº 2111/98) fueron creados con el claro espíritu de retomar algunos de aquellos valores sobre los que se sustentó esa profunda transformación en materia de Salud Pública.
En palabras de Ana Jaramillo, una de las razones que orientan el rescate y actualización de esos pilares se orienta a crear “(…) una epistemología de la periferia así como para intervenir en la realidad de nuestras naciones; debemos descolonizar los aún persistentes paradigmas europeístas y globalizadores en la educación, la cultura y también en la toma de decisiones políticas que pretenden ser universales ya que ellas no se aplican a sociedades imaginarias, racionalistas y universales”.[14]
En cuanto al aprendizaje y los basamentos en los que se fundamentan las carreras de Enfermería en la UNLA es menester destacar que la conformación del plan curricular se enmarca en el campo de la Salud Pública, basado en los grupos poblacionales. Se apunta a que el abordaje de la Salud Pública se trace mediante dos dimensiones de aplicación: en tanto campo interdisciplinario de investigación y como campo para la acción, con una concepción fuertemente localizada en el servicio y promoción de la salud, la prevención, la asistencia y la rehabilitación.
Estos principios integrales guardan estrecha relación con una herencia proveniente de aquellos años de estoicas transformaciones estructurales y que se reproducen en la enseñanza en esta universidad, en cuanto al estudio epidemiológico de las condiciones de salud de las poblaciones humanas, en primer lugar, y a la respuesta social organizada a esas condiciones de salud.
La incorporación del Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano como condición de egreso para todos los alumnos de la Universidad -incluidas la carreras referidas- permitirá a los estudiantes vincularse con el proceso histórico, cultural y social que precedió a esa profunda transformación sanitaria impulsada durante el Primer Peronismo. El objetivo es que el estudiante pueda comprender que los distintos modos de concebir la salud no solo responden a las condiciones materiales existentes en cada época, sino que responden a cosmovisiones y concepciones del ser humano y de la sociedad. El seminario, además, atraviesa cuanto menos dos siglos (XIX y XX) donde los alumnos podrán observar otros períodos y otros procesos desde la lectura de autores de las más diversas perspectivas y orientaciones.
En el marco del seminario, los alumnos del Ciclo de Licenciatura y de la Licenciatura en Enfermería pueden optar por el abordaje de los procesos socio-culturales que se operaron en nuestro país y en nuestra America, y elegir el estudio de aquellos ejes que fueron determinando las distintas políticas de salud. Quienes opten por el estudio de alguna obra de Carillo -u otro referente de orientación sanitarista- podrán formular críticas con total libertad, ya que el espíritu que guía a este seminario es el de aportar una información que permita, por una parte, incorporar nuevos saberes, y por la otra, desarrollar un amplio sentido crítico respecto a esos mismos saberes.
En suma, el Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano propone una mirada critica sobre un esquema científico que presupone cierta asepsia, además de estimular el compromiso social que debe primar en toda profesión, más aún en las vinculadas a temáticas tan esenciales como la Salud Pública.
(I) Publicado en LA ENSEÑANZA DE LA ENFERMERÍA EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL Y POPULAR. El caso de la Universidad Nacional de Lanús. Ramón Alvarez y Silvia Cárcamo EDITORES- AUTORES. EDITORIAL UNIVERSIDAD NACIONAL DE LANUS- EDUNLA
* Docente titular del Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano de la Universidad Nacional de Lanús. Director del Departamento de Planificación y Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Lanús
** Licenciada en Periodismo. Universidad Nacional de Lanús
[1]Wally, Juan W: “Generación de 1940, Grandeza y frustración”. Editorial Dunken, Bs. As., 2007.
[2]Pestanha; Francisco José: “Arte, cultura e identidad nacional”. Revista Breviarios. Universidad Nacional de la Plata. Facultad de Bellas Artes. Año 2006.
[3]Boletín Oficial 10 de noviembre de 1943.
[4]Sancionado el 12 de diciembre de 1946. Da fuerza de ley a los decretos que crean y organizan el funcionamiento de la Secretaría de Salud Pública y Asistencia Social. “Documentación General. Plan Sintético de Salud Pública 1952-1958. Dr. Ramón Carrillo”. Honorable Cámara de Diputados de la Nación, Secretaría Parlamentaria, Dirección de Información Parlamentaria.
[5]Cita por Mignone, Javier en el texto “Del Maestro: Don Ramón Carrillo, Planificación en Salud: un antecedente argentino”. Salud y Sociedad (p.25).
[6] Mignone, Javier:ibídem
[7]Germinal Rodríguez:publicó, entre otras obras: “Medicina preventiva”, editorial Americalee, 1945; “Compendio de Demofilaxia”, editorial Americalee, 1943; y variados textos sobre medicina social.
[8]Pérgola, Federico: “Ramón Carrillo, el legado de un gigante”. Revista Argentina de Salud Pública. Vol. 1 Nº1, diciembre de 2009 (pp. 44-45)
[9]Pestanha, Francisco José: Extracto del ensayo introductorio al libro “Política y estrategia. Vigencias y herencias”. Ediciones Fabro. 2010.
[10]González Arzac, Alberto: “Pensamiento exógeno y endógeno en la formación constitucional argentina”. En www.nomeolvidesorog.com.ar”
[11]En http://osfatlyf.org/portal/historia/
[12]Urriza, Manuel: “Movimiento o partido”: El peronismo”: en http://www.nuso.org/upload/articulos/1211_1.pdf
[13]Poratti, Armando: “Perón filósofo”. En www.nomeolvidesorg,com.ar
[14]Jaramillo, Ana: “La descolonización cultural: Harvard no nos sirve”. En www.nomeolvidesorg.com.ar
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