RAÚL RICARDO ROMERO*
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Escrito por Julia Cao
Escrito por Julia Cao
Escrito por Julia Cao
Escrito por Julia Cao
Escrito por Julia Cao
Escrito por Julia Cao
Escrito por Julia Cao
Escrito por Julia Cao
Escrito por Julia Cao
Escrito por Francisco Pestanha
Escrito por Julia Cao
Escrito por Julia Cao
Cae la tarde en las cercanías de la Plaza de San Justo. Delante de mis ojos, se desenvuelve como en el cine, el paisaje triste de una Argentina urbanizada compulsivamente, todos pasan apurados, el común carece de mayor tiempo para sí o para su familia, sufren empleos basura e ingieren comida chatarra.
Para ir a Buenos Aires, viajan hacinados en trenes que fueron desechados en Europa años atrás y que circulan sobre materiales ferroviarios obsoletos, y en esas condiciones llegar a destino es siempre una lotería. La política ha devenido en los cordones periurbanos, mero cotillón y asistencialismo desembozado.
Si el primer peronismo cumplió una misión vital en la historia de nuestro país fue – precisamente - aquella que tuvo como objetivo primordial el de evitar que el capital financiero se apropiara de las herramientas del estado. En ese sentido el movimiento fundado magistralmente por Perón, doctrina mediante, constituyó un obstáculo, una muralla casi inexpugnable que evitó que la especulación financiera reinara en aquella Argentina marcada a fuego por el vergonzante pacto Roca Runciman, promoviendo la producción y el trabajo, como madre y padre del desarrollo y del destino nacional.
Hoy estamos llenos de intelectuales, los que de alguna forma quieren suplantar el pensamiento de ese “cabecita negra” al cual hacia referencia Don Arturo, pero como les parece poco endosarle toda la artillería pestilente de la política colonialista, entonces especulan que por su ojo certero los pobres residentes de este hermoso país no tienen voz ni voto en las decisiones constituyentes de este país, y así lo expresó un gran defensor de los pueblos oprimidos, el gran escritor y director de películas de alto sentimiento político, pero el tiempo es el tiempo y “Pinito” cambió de idea, pensó mejor nos dirijan los de afuera y Solanas se dedicó a condicionarse al colonialismo.
No es ninguna novedad la continua persecución y proscripción que soporta el verdadero Movimiento Peronista –entiéndase no pejotismo- y por sobre todas las cosas el pensamiento de nuestro recordado e inmortal Juan Domingo Perón, que nosotros mediante espacios como este defendemos, y estén seguros que si fuese necesario, muchos lo haríamos hasta con la vida.
Podríamos afirmar que todas estas actitudes antinacionales y vende patrias antecedidas entre otras a la de un 3 de Febrero de 1852, prosiguieron en Junio de 1955 con un brutal bombardeo cobarde, aun impune, cuyos actores principales, aquellos mismos que presionaran el botón que soltasen las bombas sobre el pueblo en Plaza de Mayo, hoy se jactan orgullosamente de lo acontecido y se rasgan las vestiduras declarando "lo volvería a hacer". Aquí no hubo ni habrá justicia.
*Por Bernarda Tinetti
1.- En un artículo titulado "El resurgimiento", Ud. afirmó recientemente que la corriente del Pensamiento Nacional se había revitalizado en estos últimos años. Tal resurgimiento ¿se originó en razón de la movilización política abierta en el actual proceso? ¿Fue motorizada y conducida desde el Gobierno y el Estado por la dirigencia política? O ¿se trata de una sincronía de ambos a partir de las demandas surgidas por y en las controversias políticas e ideológicas que ocuparon la escena pública en estos últimos años?
En principio quiero aclararte que debido a la extensión de esta entrevista tendré que simplificar algunos conceptos.
Habló Cristina y la utopia volvió en las voces de miles de jóvenes que corearon su nombre y el de Néstor Kirchner, allí presente.
El 7 de Setiembre es el Día del Metalúrgico, en homenaje al natalicio de quién la propia UOM considera el primer artífice de la actividad en nuestro país: Fray Luis Beltrán.
Alistado junto al Libertador General José de San Martín, se despojó de su rol franciscano para ponerse a fabricar las armas y utensilios imprescindibles para la gesta liberadora de América.
Una de las consecuencias de la disgregación del peronismo como movimiento político que supo congregarse alrededor de un liderazgo natural y de un complejo cuerpo doctrinario es haber convertido a la política argentina en una celda en donde sólo caben lugares para una izquierda socialdemócrata y gramsciana y para una derecha liberal y entreguista.
En agosto de 1968, durante su exilio en España, el tres veces presidente argentino Juan Domingo Perón publicó La Hora de los Pueblos. El libro del ex mandatario –que permaneció en el destierro forzado durante 18 años– se conoció en su país recién en 1973, un año antes de su muerte. En ese texto de sorprendente vigencia, el militar y estratega puntualiza:
Vivimos una extraña época en que los que tenemos una afinidad ideológica más o menos inspirada en las obras y la doctrina de Perón integramos apenas una minoría. No es común encontrarse con personas que discuten en la vía pública defendiendo aquellos ideales. Es más, en los últimos veinte años no me crucé con ninguna experiencia semejante. Tampoco se lo exalta, al olvidado general desde las cátedras educativas, ni aparece en las tapas de las revistas. Sus afiches, en las Unidades Básicas, se caen de viejos.
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