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Alejandro Pedro Vargas*

AlejandroPedroVargasEl 3 de mayo de 1962, en Capital Federal, nació Alejandro Pedro Vargas. Hijo de Salvador Antonio Vargas y Norma Juana Hernández. Fue Laura, su única hermana.

Sus padres lo recuerdan como un niño cariñoso y además muy solidario con sus compañeros de escuela. Si bien mantenía un perfil bajo, se vinculaba con los niños más traviesos. Lo llamaban "Lechuzón" en referencia a sus ojos grandes. También solían decirle "equilátero".

Jugaba con otros niños de su edad, andaba en triciclo y bicicleta en las cercanías al parque Avellaneda, en la Capital Federal.

Una travesura que da cuenta de su temperamento acaeció cuando Alejandro tenía cinco años: quemó una casilla de madera en la terraza de la casa de su abuela quien solía matar hormigas con solvente. Alejandro quiso imitarla y la anécdota culminó en un pequeño incendio.

De pequeño se sentía fascinado por Añatuya, un pueblo sito a 180 kilómetros de Santiago del Estero, del que es oriundo su padre. Allí jugaba con primos y otros familiares. Podía vérselo corriendo por los montes santiagueños escudriñando el horizonte con su honda en busca de pájaros para cazar.

Inició sus estudios secundarios en el "Instituto Grilli", cursando hasta tercer año. Ansiaba ser médico. Le gustaba el deporte en general, aunque no así los profesores que pudieran adoctrinarlo. De espíritu libre y carácter sociable.

Trabajó como operario en una matricería.

Fue convocado por el Ejército para realizar el servicio militar. Revistó en el Regimiento Infantería 7 "Coronel Conde" de La Plata, en la provincia de Buenos Aires.

Por aquel entonces la instrucción se hacía en un predio de Arana.

Al ser dado de baja, acudió a un instituto secundario para completar sus estudios. También fue la época en que se estabilizó emocionalmente, contrayendo un compromiso formal.

Cuando llegó el momento de la recuperación de Malvinas, Alejandro no estaba obligado a ir. El motivo fue una vieja cicatriz en la planta de uno de sus pies, la cual se había abierto e infectado. Fue atendido en el "Hospital Naval" donde se le extendió un documento que certificaba: "No apto para usar borceguíes". Cuando Salvador, su padre, intentó persuadirlo recurriendo al fundamento legal, Alejandro dijo: "Papá, eso no lo hago ni loco". Así fue como, en un altruista gesto se presentó.

Fue transportado con su unidad a Malvinas. Llegó el 13 de abril.

En la primera carta que envío a sus padres relata, entre otras experiencias, la dureza del clima y su admiración hacia el estilo colonial de Puerto Argentino. A pesar de la hostilidad descripta, destaca autosatisfacción por sortear los obstáculos que le representa la naturaleza de nuestro propio suelo. Por ejemplo, describe el hecho de extraer la turba y quemarla con fascinación.

En otra ocasión, culmina una correspondencia epistolar con el siguiente párrafo, conciso, pero iluminador:

"No recen por mí, recen por la paz".

La zona de responsabilidad del R. I. 7 fue el sector Plata que abarcaba tres subsectores: Monte Longdon, Wireless Ridge y la Península Camber. Todos tuvieron que apoyar la posición del subsector Monte Longdon.

El acta de defunción fue labrada en la ciudad de Buenos Aires por el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas el 2 de agosto de 1982. Lleva el Nº 99.

El 29 de Junio de 1982, el padre del Soldado Vargas, recibió una visita trascendental. Era un ex compañero de escuela de su hijo, que casualmente también había defendido nuestras Islas Malvina Había combatido en Puerto Argentino. Tuvo el valor de enfrentarlo para relatarle el contexto en el que Alejandro pereció.

Cuatro soldados se habían trasladado a la morada de un kelper. Sabían que se encontraba desocupada. En busca de algún elemento que podría serles de utilidad. De regreso de esta incursión, previamente autorizada por sus superiores, uno de los soldados pisó una mina argentina, en las cercanías del sitio donde estaba estacionada su tropa. Le impactó a los cuatro. El detalle más curioso radica en que la mina estaba fabricada para tanques de guerra. No existe explicación para el hecho de que el peso de ese soldado pudiera hacerla detonar.

Este Héroe Nacional, ofrendó su vida a los veinte años de edad.

Sus restos han sido identificados y sepultados en el cementerio argentino de Darwin. Su nombre se inscribió en el muro Este, placa 23, línea 18 del mismo cementerio. También lo está en el cenotafio de la plaza San Martín de Retiro, en la placa 7, línea 13.

Fue ascendido a cabo p.m.

Se le otorgó la medalla "La Nación Argentina al muerto en combate".

En la actualidad existe una pequeña calle que circunda la Plaza Malvinas que lo honra portando su nombre, así como también, una pequeña placa en la Plaza San Martín.

Aporta la información su padre, Salvador Vargas.

El informe se elaboró en base a una síntesis construida a partir de la entrevista al padre del héroe, a la investigación realizada por el sacerdote R.P Veterano de Guerra de Malvinas, Vicente Martínez Torrens y a extracciones del libro: "Malvinas, Historias breves y Sentimientos" autoría de Salvador Vargas, padre del Soldado.

* Escrito por Julia Cao, hija de Julio Rubén Cao, maestro, soldado, héroe caído en Malvinas el 14 de junio de 1982. Julia además es empleada de TELAM SE e integrante de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas.


El 3 de  mayo de 1962, en Capital Federal, nació Alejandro Pedro Vargas. Hijo de Salvador Antonio Vargas y Norma Juana Hernández. Fue Laura, su única hermana.

Sus padres lo recuerdan como un niño cariñoso y además muy solidario con sus compañeros de escuela. Si bien mantenía un perfil bajo, se vinculaba con los niños más traviesos. Lo llamaban “Lechuzón” en referencia a sus ojos grandes. También solían decirle “equilátero”.

Jugaba con otros niños de su edad, andaba en triciclo y bicicleta en las cercanías al parque Avellaneda, en la Capital Federal.

Una travesura que da cuenta de su temperamento acaeció cuando Alejandro tenía cinco años: quemó una casilla de madera en la terraza de la casa de su abuela quien solía matar hormigas con solvente. Alejandro quiso imitarla y la anécdota culminó en un pequeño incendio.

De pequeño se sentía fascinado por Añatuya, un pueblo sito a 180 kilómetros de Santiago del Estero, del que es oriundo su padre. Allí jugaba con primos y otros familiares. Podía vérselo corriendo por los montes santiagueños escudriñando el horizonte con su honda en busca de pájaros para cazar.

Inició sus estudios secundarios en el “Instituto Grilli”, cursando hasta tercer año. Ansiaba ser médico. Le gustaba el deporte en general, aunque no así los profesores que pudieran adoctrinarlo. De espíritu libre y carácter sociable.

Trabajó como operario en una matricería.

Fue convocado por el Ejército para realizar el servicio militar. Revistó en el Regimiento Infantería 7 “Coronel Conde” de La Plata, en la provincia de Buenos Aires.

Por aquel entonces la instrucción se hacía en un predio de Arana.

Al ser dado de baja, acudió a un instituto secundario para completar sus estudios.  También fue la época en que se estabilizó emocionalmente, contrayendo un compromiso formal.

Cuando llegó el momento de la recuperación de Malvinas, Alejandro no estaba obligado a ir. El motivo fue una vieja cicatriz en la planta de uno de sus pies, la cual se había abierto e infectado. Fue atendido en el “Hospital Naval” donde se le extendió un documento que certificaba: “No apto para usar borceguíes”. Cuando Salvador, su padre, intentó persuadirlo recurriendo al fundamento legal, Alejandro dijo: “Papá, eso no lo hago ni loco”. Así fue como, en un altruista gesto se presentó.

Fue transportado con su unidad a Malvinas. Llegó el 13 de abril.

En la primera carta que envío a sus padres relata, entre otras experiencias, la dureza del clima y su admiración hacia el estilo colonial de Puerto Argentino. A pesar de la hostilidad descripta, destaca autosatisfacción por sortear los obstáculos que le representa la naturaleza de nuestro propio suelo. Por ejemplo, describe el hecho de extraer la turba y quemarla con fascinación.

En otra ocasión, culmina una correspondencia epistolar con el siguiente párrafo, conciso, pero iluminador:

“No recen por mí, recen por la paz”.

La zona de responsabilidad del R. I. 7 fue el sector Plata que abarcaba tres subsectores: Monte Longdon, Wireless Ridge y la Península Camber. Todos tuvieron que apoyar la posición del subsector Monte Longdon.

El acta de defunción fue labrada en la ciudad de Buenos Aires por el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas el 2 de agosto de 1982. Lleva el Nº 99.

El 29 de Junio de 1982, el padre del Soldado Vargas, recibió una visita trascendental. Era un ex compañero de escuela de su hijo, que casualmente también había defendido nuestras Islas Malvina Había combatido en Puerto Argentino. Tuvo el valor de enfrentarlo para relatarle el contexto en el que Alejandro pereció.

Cuatro soldados se habían trasladado a la morada de un kelper. Sabían que se encontraba desocupada. En busca de algún elemento que podría serles de utilidad. De regreso de esta incursión, previamente autorizada por sus superiores, uno de los soldados pisó una mina argentina, en las cercanías del sitio donde estaba estacionada su tropa. Le impactó a los cuatro. El detalle más curioso radica en que la mina estaba fabricada para tanques de guerra. No existe explicación para el hecho de que el peso de ese soldado pudiera hacerla detonar.

Este Héroe Nacional, ofrendó su vida a los veinte años de edad.

Sus restos han sido identificados y sepultados en el cementerio argentino de Darwin. Su nombre se inscribió en el muro Este, placa 23, línea 18 del mismo cementerio. También lo está en el cenotafio de la plaza San Martín de Retiro,  en la placa 7, línea 13.

Fue ascendido a cabo p.m.

Se le otorgó la medalla “La Nación Argentina al muerto en combate”.

En la actualidad existe una pequeña calle que circunda la Plaza Malvinas que lo honra portando su nombre, así como también, una pequeña placa en la Plaza San Martín.

Aporta la información su padre, Salvador Vargas.

El informe se elaboró en base a una síntesis construida a partir de la entrevista al padre del héroe, a la investigación realizada por el sacerdote R.P Veterano de Guerra de Malvinas, Vicente Martínez Torrens y a extracciones del libro: “Malvinas,  Historias breves y Sentimientos” autoría de Salvador Vargas, padre del Soldado.

 

* Escrito por  Julia Cao, hija de Julio Rubén Cao, maestro, soldado, héroe caído en Malvinas el 14 de junio de 1982. Julia además es empleada de TELAM SE e integrante de la Comisión de Familiares de Caídos en  Malvinas.

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