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Carta al Sr. Emilio Romero (21-10-1965)

Madrid, 21 de octubre de 1965.

Al Sr. Emilio Romero

Madrid. 

Mi querido amigo:

Termino de leer "Cartas al pueblo soberano" y me gusta todo, desde su título, porque es la única soberanía que creo.

Yo no acostumbro a leer un libro que me interesa sino a estudiarlo, pero la lectura del suyo me ha traicionado porque no he podido detenerme, sintiendo latir en mí mismo las admi­rables ideas que ha plasmado en esta obra de verdadera antolo­gía política.

Muchas personas me preguntan: ¿qué pasa en el mundo que el interior de los países se agita violentamente y el exterior se presenta cada día más amenazador? Es que el mundo de nues­tros días se encuentra abocado a la solución de dos grandes problemas, de lo que depende en gran medida lo que será el mundo del futuro;

a) los cambios estructurales a que nos viene impulsando la evolución acelerada desde hace más de medio siglo, frente a la resistencia suicida de una reacción tan contumaz como irreflexiva;

b) la decadencia imperialista, que ha comenzado ya marca­damente, con síntomas tan elocuentes como los que presencia­mos todos los días.

La Historia prueba que ni los cambios de estructura en los países, ni la caída de los imperialismos, se pueden realizar sin pelear. Ello explica de cierta manera el estado actual del mundo, caracterizado por una lucha en el interior de los países y el em- peñamiento guerrero que viene amenazando todas las fronteras ligadas de una manera directa o indirecta a los intereses de los imperialismos dominantes.

Lo que Usted trata en su libro no es, pues, el problema de España, sino el problema del mundo. La evolución nos lleva, queramos o no, a un cambio de estructuras políticas, sociales y económicas que estén más acordes con las necesidades del hombre de hoy, porque el liberalismo décimonónico sólo ofre­ce esquemas caducos y superados por el tiempo y la evolución. Llegan otros sistemas que han de reemplazarlo, pero para esos cambios estructurales existen, por lo menos por ahora, sólo dos tendencias: un socialismo nacional y antidogmático o un comunismo internacional dogmático, y los países del mundo se dirigen hacia ellos. Por eso existen monarquías socialistas como la de los Países Bajos y nórdicos o Estados socialistas como los del Medio Oriente y Africa o países comunistas co­mo los del Este de la "Cortina" o Estados intermedios como España, Francia, Italia, etcétera.

Usted les ofrece la tabla salvadora que hicieron inmortal los griegos: "Todo en su medida y armoniosamente" Eso es precisamente lo que intentó el justicialismo hace ya veinte años y que la miopía de nuestros hombres no quiso o no pudo comprender. Precisamente, uno de los mil giros del justicialismo reside en haber realizado los cambios estructurales incruente- mente, a través de una reforma racional. Y el desastre que estos diez años han puesto en evidencia ha sido producido por una re­versión inconsulta del sistema justicialista hacia formas que, ya perimidas por la evolución, han conducido al más tremendo fracaso. Ahora, tras una dura experiencia, volvemos hacia el justicialismo, y su triunfo está asegurado.

Después de leer su libro no he podido menos que exclamar: " ¡Si yo hubiera tenido un Emilio Romero, cuánta fatiga me hubiera ahorrado y cuánto más hubiera podido realizar!" Un político que tuviera a su lado a un ideólogo de su talla poseería en sus manos un verdadero tesoro. España lo tiene y así la fortuna le está tendiendo su mano. Pena grande sería que no intentara asirla.

Para mí, es Usted uno de los mejores justicialistas que he conocido y hace más de veinte años que transito entre ellos. Lo felicito de corazón, porque nada puede ser más sincero que las palabras que brotan al influjo de comunes inquietudes y afanes humanos.

Un gran abrazo.

Firmado: Juan Perón.

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