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Carta al Sr. Jorge Antonio (23-03-1965)

Madrid, 23 de marzo de 1965.

Al Sr. Jorge Antonio

Asunción

Querido amigo:

Espero que haya recibido mi cable que, en respuesta al suyo, le envié a Asunción y en el que por razones de espacio y pesetas sólo le pude hacer llegar un reflejo de toda la gratitud que siento Por cuanto han hecho allí para hacer posible el éxito de las elec­ciones. No se me escapa tampoco los malos ratos que habrá pa­sado para poner de acuerdo a todos. Yo en eso tengo una expe­riencia grande y puedo apreciar los esfuerzos realizados por Us­ted, para que el éxito pudiera coronar una empresa tan difícil de llevar a buen término, frente a las perrerías de los seudode- mócratas de Buenos Aires y sus fraudes. Por todo ello lo felicito muy efusivamente, porque no ignoro que gran parte del éxito se lo debemos a Usted y a sus esfuerzos. Muchas gracias por todo.

Yo me alegro mucho, porque si bien las elecciones no han sido sino un incidente más dentro de nuestra lucha, en cambio el haber podido llevarlas a buen término me demuestra que ya el Movimiento está empezando a poderse manejar por sí, lo que es de una importancia extraordinaria para cuanto vengo yo pensando al respecto. La necesidad de institucionalizarlo o que la masa comprenda la conveniencia de ir evolucionando hacia un futuro diferente en la conducción general del Justicialismo, son pasos que hacen a su consolidación y a su permanencia. Ustedes, los hombres jóvenes del Movimiento, que tienen un futuro por delante, deben ser los primeros interesados en que esto suceda.

Con referencia a su actuación personal en todo este período, me parece un gran acierto de su parte, porque en la situación en que estamos, nada es tan importante como enfrentar perso­nalmente la situación, jugando a cara descubierta contra los ca­nallas que, desde 1955, vienen difamándolo a base de calum­nias y mentiras, como las que se han puesto en evidencia en es­tos días en el Congreso con motivo de su estadía en Asunción. ¿Por qué van a tener que ser otros los que defiendan tímida­mente su situación si lo puede hacer Usted mismo con el apoyo de todo nuestro Movimiento? Yo en 1956, desde Panamá, cuan­do Usted se encontraba en Santiago de Chile, le escribí una carta en la que lo animaba para que se metiera con todo en el asunto. Usted no me respondió entonces. Habrá tenido sus ra­zones. Pero, sinceramente, sigo pensando que si Usted tiene ideales e intereses que defender, nadie lo hará en su reemplazo en forma que tenga mucho que agradecer, como no sea Usted mismo. La ocasión la suelen pintar calva y esta es una oportu­nidad que, si yo fuera Usted, no la desaprovecharía. Ni los gran­des ideales se pueden defender desde la cátedra, ni las grandes empresas financieras se pueden asegurar desde los bufetes co­rrespondientes. La acción política es tan indispensable en uno como en otro caso.

Ya nos vamos acercando al desenlace. Todo lo hace prever así, porque ni políticamente, ni en lo social, ni en lo económi­co, estos "chantapufis" tienen solución. Políticamente, porque no tienen ni la habilidad ni la grandeza necesarias para salir adelante; sbcialmente, porque el Pueblo argentino no les pres­tará cooperación alguna y, en cambio, les pondrá toda suerte de inconvenientes; y económicamente, porque desde que la crisis argentina es esencialmente estructural y ellos no pueden ni son capaces de crear nuevas estructuras, seguirán marchan­do hacia el abismo. Si a todo ello le agregamos que, con poco que nosotros hagamos, la situación se les empeorará a ritmo cre­ciente, se puede ir previendo lo que ocurrirá en poco tiempo más. Creo, por lo tanto, que si seguimos unidos y solidarios, en un plan de agitación permanente en lo político y social y de obstrucción en lo económico, estos no tienen mucho tiempo de vida.

De lo anterior se infiere, naturalmente, la necesidad de tra­bajar de manera incansable por la unidad del Movimiento, ha­ciendo cuanto haya que hacer para lograrla. Nada será tan efec­tivo como la lucha misma para conseguir esa unidad; pero para que no se malogre la excelente situación que se ha creado en lo político, es menester que nuestros dirigentes se persuadan de la necesidad de sacrificarlo todo con la finalidad de organi­zar y preparar férreamente al Movimiento para las acciones futuras. Los resultados electorales han puesto de manifiesto que las divisiones internas del Peronismo, no tienen la impor­tancia que nuestros enemigos pretendían en su campaña publi­citaria de provocación, sino que más bien ha evidenciado la falta de apoyo de la masa a los divisionistas del tipo Anglada, M. R. P., neoperonismo, Blanco, etc. Todo ello facilita la posi­bilidad de intentar la unidad absoluta, dejando fuera sólo a los que en esta ocasión han evidenciado mala fe: Kelly y compañía.

La forma de ejecución debe ser buscada por la Mesa Directi­va del Justicialismo, que será la encargada de arreglar este asun­to con la mayor grandeza y desprendimiento, de manera que todos quedarán contentos en el mayor grado posible sin sacrifi­car a nadie y sin quitar autoridad a los que han" dirigido hasta ahora el Movimiento. Donde todos sacrifican un poco y todos ganan un poco, no suele haber pérdida para nadie. Pero, si algu­na enseñanza ha arrojado esta elección, es la de la necesidad de unir a todo el Justicialismo, aunque sea necesario mantener los partidos por razones de necesidad electoral. La unidad debe ser férrea y efectiva. No se trata de unir y pegar con saliva, sino de efectuar una unidad real, lo que se logrará cuando todos se hayan persuadido de la necesidad imprescindible de hacerlo si no queremos seguir dando el ejemplo que se ha evidenciado en esta elección, donde hemos ganado por más de un millón, pero aparecen dispersos en partiditos ridículos, que sólo ponen en evidencia la poca grandeza y el poco desprendimiento de algu­nos dirigentes peronistas.

Esta es mi opinión en lo fundamental. Espero los informes correspondientes para hacer llegar a los compañeros las directi­vas. He recibido saludos y enhorabuenas de la Mesa Ejecutiva del Justicialismo y de las "62 Organizaciones", aparte de nume­rosos telegramas y llamadas telefónicas de todos lados. La eufo­ria es grande, pero lo que interesa es utilizarla para canalizar de la mejor manera la conducción futura. No debe perderse el me­nor tiempo porque "el hierro se ha de doblar caliente". Por eso me interesa sobremanera la forma en que allí se han de poder realizar las acciones más convenientes a las necesidades futuras de las operaciones. No estoy suficientemente en la situación de detalle como para aconsejar la conducción táctica, pero vivo lo suficiente como para ver con claridad la necesidad de la conduc­ción futura de conjunto.

En esa conducción futura, aparte de la necesidad de unidad y solidaridad que considero imprescindible, es necesario aplicar un plan bien establecido, sin olvidar un sólo instante las tareas que impone la misión pública en procura de los objetivos esta­blecidos. De nada o de poco valen las organizaciones que se li­mitan a dirigir burocráticamente las acciones de determinados sectores. La acción política de lucha es una suerte de gobierno humano en el que resulta necesario interesar a todos en la tarea que se realiza, llegando a conseguir que todos luchen, en todas partes y en todo momento. Una acción así es irresistible y es, precisamente, a. lo que debemos llegar si queremos aniquilar a nuestros enemigos que, por luchar por su cofote, lo hacen en todo momento y en todas partes.

Hay que persuadir a nuestros dirigentes actuales de la nece­sidad de llegar a cuanto antes digo: sin unidad perdemos fuerza; sin concepción única no llegaremos a la unidad de acción nece­saria; sin organización no podremos dirigir el conjunto y sin pla­nificación difícilmente podremos hacer que todos peleen, tras los mismos objetivos y racionalmente.

Los éxitos parciales, como el que acabamos de alcanzar, no tienen ningún valor si no se los aprovecha en la acción de con­junto. Esto es, precisamente, lo que debemos hacer. Pero para aprovecharlos no es suficiente con que lo gritemos en la calle y pidamos a voces lo que de antemano sabemos que nuestro enemigo no nos darán. Tampoco las cosas se van a producir porque lo publiquemos en los diarios. Es necesario que a esa acción declamatoria que agita y prepara, le siga una acción contundente y enérgica que logre el objetivo. De lo contra­rio, los gritos pasan, la publicidad se olvida, y sólo queda lo que realmente se haya conseguido mediante la acción efectiva que desarme al enemigo y lo ponga a nuestra disposición.

Yo espero que los compañeros dirigentes estén bien unidos y se dediquen a sacar las ventajas correspondientes. Descarto que cuanto antes menciono ya estará en ejecución y que debe­mos esperar que el éxito logrado es sólo el prolegómeno de mu­chos otros que se han de ir logrando en el futuro inmediato; pero comprenderán que, en mi situación, no hago sino pensar en nuestras cosas y aconsejar lo que mi larga experiencia en la conducción me dicta. Por todo ello le pido disculpas por insis­tir en las necesidades que antes apunto, con tanta pertinacia e insistencia. Sólo me anima el deseo incontenible de ser útil.

Su gente esta muy bien y con gran entusiasmo. Nos vemos a menudo. Giménez se desenvuelve magníficamente bien y creo que, entre los aciertos que le conozco, ninguno ha sido tan gran­de como la elección de este hombre lleno de condiciones para el cargo que desempeña.

Muchos saludos de Isabelita y de los diversos amigos españo­les. Emilio Romero firme como una roca. "Pueblo" sale como el mejor diario peronista de todos los tiempos. Centeno, admira­ble. Todo lo demás bien.

Un gran abrazo.

Firmado: Juan D. Perón

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