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Carta a John W. Cooke (18-12-1956)

Caracas, 18 de diciembre de 1956

Señor Embajador D. John J. Cooke, Montevideo.

Mi querido amigo:

Contesto su carta del 19 de noviembre pasado que me ha llegado con gran retardo. Le agradezco sus informaciones y su amable saludo que retribuyo con mi mayor afecto.

Coincido con usted en todas las apreciaciones que me envía y creo que la situación va evolucionando con celeridad aunque no hay que hacerse ilusiones sobre los plazos cortos. Todo va a caer por descomposición y la descomposición necesita su tiempo y sus etapas. Coincido también en que la canalla dictatorial está quemando eta­pas por los despropósitos que evidencia y quizá haya que pedirle que no se apure tanto. Me preocupa nuestra organización.

Según las noticias que poseemos aquí, la resistencia se inten­sifica y se extiende de manera racional en todo :el país. He reci­bido algunos emisarios del Gran Buenos Aires, del Norte y de Cuyo por los que me entero de los progresos realizados en la resistencia y organización. El proceso es lento porque a la tarea difícil de por sí de la organización integral, se suma el factor clandestinidad que lo dificulta. Sin embargo hay un factor que es decisivo para acelerar: es el entusiasmo y el odio, que han comenzado a actuar de manera determinante. He aprendido así que si bien el ideal es una fuerza poderosa que da continuidad en el esfuerzo, el odio no lo es menos, porque asegura intensidad al mismo. Precisamente lo que nos faltó a nosotros fue el odio pero, ahora, lo tenemos y "por toneladas".

Estamos entrando al período de la desesperación que es otra de las circunstancias un tanto desconocidas para nosotros que ac tuamos siempre en condiciones tranquilas y, a veces, apacibles. Los pueblos que no reaccionan por ideal, debido a cualquier cir­cunstancia, reaccionan después por desesperación, y para ello, la dictadura nos está ayudando grandemente. En general, los militares y marinos, han sido siempre factores de desesperación en todos los pueblos y en todos los tiempos. Estos no podrán ser una excepción, por lo que vienen mostrando. De manera que todo va bien, por lo mnl que va.

Me preocupa nuestra organización porque, según lo preveo, el camino seguido por la lucha conduce al caos y el final puede ser precisamente ese caos. Con él pueden llegar las horas de las deci­siones y allí dirá la última palabra el que tenga una masa orga­nizada y disciplinada con la preparación suficiente para ser em­pleada con unidad de concepción y unidad de acción. Me temo que, dado el rápido desenvolvimiento de los acontecimientos, se llegara a precipitar el desenlace antes de lo previsto y nos encontrará sin la preparación necesaria para recibir le cosa.

Sin embargo, creo que eso puede sei sólo en un caso un tanto fortuito y que lo natural es que se caiga como por una cascada, de saltito en saltito. Siempre aparecerán algunos "salvadores de la Patria" que quieran "copar" pero, nuestra gente va atropellar con­tra todos ellos. No nos faltará un Kerenslty pero sin duda tampoco dejará de aparecer un Troski. El final sera siempre el mismo si la masa se mantiene firme, porque hasta que no se diga la última pa­labra no habrá final para nosotros. No entraremos en el peligroso y aleatorio campo de las transacciones porque ello significa limita­ciones: nuestro juego será o todo o nada. Ello se explica si se con­sidera que no buscamos soluciones para algunos hombres sino para el pueblo. He tenido tanteos de todas partes y si hubiera querido arreglar mi situación no habría tenido dificultad alguna, pero ello habría sido siempre en detrimento del pueblo. Yo no necesito solu­ciones para mi, porque mi única solución es que el pueblo obtenga las suyas. ¿Qué puedo yo esperar en lo que me queda de vida? Mi única aspiración es poder transcurrir el resto, de acuerdo con el viejo aforismo español, "vivir la vida se debe, que al morir viviendo que­de". Nada más de acuerdo con la situación que se me ha planteado en esta dura etapa de la que es necesario sacar una gran ventaja a favor del pueblo porque es precisamente allí donde se puede honrar la vida de manera imperecedera.

Mi camino es fácil: enfrentar la etapa para que los jóvenes puedan hacer pie y tomar nuestro "testimonio" para llevarlo al triunfo a través del tiempo que ya está a punto de terminar con nosotros. Ellos serán nuestros hijos espirituales y a ellos les hemos preparado la gloria que nosotros no pudimos o supimos conquistar.

Me ha preocupado el traslado de John a Gallegos porque eso indica que alguna indiscreción se ha deslizado por alguna parte. Yo me he cuidado de no decir una sola palabra a nadie sobre su desig­nación. Todos saben que en Buenos Aires habrá quien se haga cargo en caso necesario pero nadie ni siquiera puede sospechar que sea él. Por mi parte he tenido especial precaución porque descartaba que si se conocía algo al respecto todo el peso caería sobre él. Por eso creo que es necesario no armar mucho revuelo sobre este asunto y evitar que Hasta nuestra gente conozca el asunto. No olvide que aún dentro de nuestra propia gente puede haber interesados en que se sepa.

Sobre el Capitán Arrambide he tenido noticias y sé que se en­cuentra trabajando allí. Sin embargo hay que prevenirlo porque ya están tratando de hacer circular versiones peyorativas a su respecto. No se trata de él sino que se sabe que es un hombre de John. Le ruego que le diga que yo sé quién es y que no desconozco que fue él que se quedó en la casa de la Intervención del Partido en la Capital cuando los demás se fueron. Que no haga caso de las patrañas y que siga sin discutir con nadie, que es la mejor manera de matar a la canalla y a la difamación.

Yo también conozco -todo lo que pasa en el Ejército y que usted me dice que le ha informado Embrioni pero, no hay que hacerse ilu­siones sobre lo que los militares hagan porque eso no será nada que nos pueda ilusionar a nosotros. Tenemos mucha gente comprometida en el Ejército, especialmente en el sur y en el norte y nordeste pero, ellos podrán ser sólo útiles para la etapa que el pueblo debe cumplir en la insurrección para el final, que se producirá en el momento en que el caos se haga presente y la canalla dictatorial quiera reaccio­nar violentamente como acostumbra. Si quiere seguirnos a nosotros necesitará varios millones de soldados y ametralladoras que, para el caso, le servirán de poco.

Hace pocos días al General Magliore en Haití le sucedió lo que nosotros le preparamos al inefable Aramburu. Si la gente cumple las directivas, cuando las curvas de su descomposición con nuestra organización se crucen, tendrán una sorpresa que ni siquiera la piensan.

Si le escribe a John le ruego que le haga llegar mi gran abrazo y mi pena por lo de Gallegos.

Al pobre doctor Ramón Carrillo que estaba trabajando en Be- lem, le ha dado un ataque muy peligroso. Se trata de un derrame cerebral, con parálisis de la mitad izquierda del cuerpo y su estado, según me informa la señora, es grave. No se lo ha podido trasladar a Río precisamente por la gravedad. El pobre, como buen médico, no ha dado importancia a su-presión (26 y 15) y en aquel clima infernal lo ha golpeado. Yo le había dicho varias veces que se viniera a Caracas pero, el hombre parece que se había arraigado allí.

Le ruego saludos para todos los amigos de esa.

Un gran abrazo.

Juan Perón

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