Carta de Estanislao Lopez de Rosas* (21-03-1835)
Santa Fe, marzo 21 de 1835.
Señor Don Feupe Ibarra.
Compañero y amigo: La sensación mortificante que me causan los inicuos y escandalosos acontecimientos del interior, y la deshonra que ellos infieren a nuestra Patria común, ha hecho que más de una vez se me caiga la pluma de la mano, al tener que referirme a ellos. Mas ya que no puedo ni debo prescindir contestar a su estimable de 7 del corriente que acabo de recibir, lo haré igualmente contestando a las de 27 de diciembre, 9 de enero y 9 de febrero últimos, hablando a usted con la franqueza e interés que me inspira su buena amistad, y con la que deben tratarse los asuntos relativos a la gran causa de la Federación que hemos jurado sostener. En ninguno de los documentos que he visto publicados por la prensa, ni en los que se me han dirigido oficialmente relativos a los sucesos de Salta y Tucumán, he descubierto esa alevosía atribuida al benemérito y desgraciado General Latorre en el suceso de los once hombres venidos al Tucumán, según se dice, con el objeto de asesinar a su Gobernador. Tampoco encuentro ni el más leve motivo para esa declaratoria de guerra hecha por el señor Heredia contra un viejo patriota defensor de las libertades, y el único en la Provincia de Salta que arrostrando todo género de riesgos y peligros, se lanzó contra los asesinos de diciembre, y por sus esfuerzos heroicos aseguró en su Patria la causa federal. Este mérito nunca debió desatenderse, ni desoírse el estado afligente de la república que clama paz y sosiego para cicatrizar las profundas heridas que le han abierto los infames decembristas. Pero ello es que sin consideración ni miramiento, el ilustre Latorre ha sido atacado, preso y alevosamente asesinado; y las consecuencias funestas de este escándalo, que formará época en la historia del Pueblo argentino, las estamos ya palpando y sufriendo en la clase de Gobierno que ha sustituido al del finado General Latorre, en la separación del Pueblo de Jujuy, cuyo reconocimiento como provincia presenta inconvenientes, en los movimientos de La Rioja, en la espantosa desmoralización que ellos causan, y el oprobio de que no* cubren, en la margen que se da a los unitarios para la prosecución de sus sangrientos planes: y en fin, en el horrendo y espantoso asesinato del infortunado General Quiroga, cuyo crimen terrible trae su origen, sin que se pueda dudar, de esos acontecimientos de Salta y Tucumán y cuyas consecuencias, quién sabe hasta qué punto llegarán. Veo todo lo que usted me dice en la de 9 de enero; yo estoy bien al cabo de sus buenos y patrióticos sentimientos, y porque así lo conozco y porque soy su amigo sincero le dije, y de nuevo repito: que siempre sentiré el modo en que se expidió su Delegado. en la comunicación pasada al infortunado Latorre; la que leí con mucha atención desde la primera vez que sobre ella escribí a usted. He leído el Tratado de 6 de febrero que me acompaña usted a su carta del 9: sin desconocer la conveniencia que en un sentido puede él producir, yo pido a usted que lea el artículo 41? del Tratado de alianza ofensiva y defensiva de 4 de enero de 1831, y verá por su tenor literal, que ninguno de los gobiernos signatarios del expresado tratado, ni ninguno otro después de haberse adherido a él, puede celebrar tratados sin el consentimiento expreso de todas las demás partes contratantes. En nada me he fijado tanto, como en que ese tratado importante, que alguna vez traerá bienes a la República, a más de los que ya ha producido, se conserve sin la menor infracción por mi parte. En este concepto, yo me expediré sobre el convenio de 6 de febrero, luego que en él ha ya recaído la opinión de los demás aliados. [Con la de 7 del corriente he recibido las copias de todo lo que me había dirigido por el correo Lueges, y por el mismo chasque he recibido también comunicaciones del Gobierno de Córdoba y copias de lo que usted le dice sobre el asesinato del General Quiroga. Este último acontecimiento entre usted y el Gobernador Rey-nafé me ha sido muy mortificante, porque descubro en él una cosa muy parecida a lo ocurrido entre Tucumán y Salta, y el principio de una contienda fatal entre Gobiernos aliados que debieran observar la más estrecha unión, hoy más necesaria que nunca.] La nota de usted, compañero, al Gobernador Reynafé es muy fuerte; si ese Gobernador ha tenido una parte por indirecta que sea en el espantoso asesinato del General Quiroga, yo seré el primero en cerrar mi correspondencia con él y pedir sea separado de la Liga: lo consideraré además como un Gobierno de malvados. Mas, entre tanto, yo no puedo creeí que un Gobierno, y un Gobierno que ha combatido por la causa federal, se manche en el horrendo crimen de un tan alevoso asesinato perpetrado en uno de los principales jefes de la causa federal, porque ya es preciso considerarlo destituido de todo sentimiento de honor, de patriotismo y de humanidad, y comparable sólo a las fieras de los bosques. Es preciso tenga usted presente que los unitarios, nuestros implacables enemigos, han encontrado en el suceso del General Quiroga, un nuevo poderoso motivo para hostilizarnos y acabarnos de dividir, de cuyo único modo podrán sobreponerse: ellos hacen grandes esfuerzos para hacer recaer esta negra mancha en el partido federal.1 Se desviven en Buenos Aires para hacer entender que yo tengo también parte de este suceso; ya ha habido quien se lo atribuya al mismo nuestro amigo Rosas, y también dirán que usted, Reynafé y todos los demás patriotas federales están complicados en él. Pero no saben esos monstruos que en esto no hacen más que acabarse de perder, haciendo conocer el veneno que contra nosotros abrigan en su pecho.
Es preciso amigo, que oiga y escuche usted todo con grande prevención y que viva usted muy precaucionado; las circunstancias son de grande peligro si tenemos la desgracia de dejarnos seducir y engañar.
Nunca como hoy trabajan los unitarios para sobreponerse y perdernos, y creen está hecha una gran parte de su obra en los sucesos del. interior, y en la muerte del desgraciado General Quiroga. Nosotros debemos oponerles una estrecha unión, ciertos de que en ella fracasarán siempre sus nefandas maquinaciones. Sin embargo de este deber, es preciso simultáneamente trabajar en buscar siempre los verdaderos autores del horrendo crimen de la muerte del General Quiroga, que gil fin ha de venir a encontrarse en los unitarios; pero repito es necesario hacerlo con mucho cuidado y meditación, para no caer en la red que nos tiene tendida esa horda de asesinos infames. Ya que tiene usted franqueza y amistad con el Gobernador Heredia, a quien no conozco, debe usted compelerlo a que trabaje contra los unitarios, y a que se identifique de una manera expresa, clara y terminante en la causa de la Federación; si así obra, yo seré uno de sus primeros amigos, y lo serán también todos los federales. Yo vislumbro no se qué nublados por Salta, que el señor Heredia está en aptitud de destruirlos si quiere, y es verdadero federal, de otro modo, la tierra sufrirá nuevos males, si mis recelos llegan a realizarse; mas los unitarios serán deshechos y pulverizados para siempre. Soy su afectísimo compañero y amigo.
Estanislao López
Está conforme,
Juan José Morcillo.
Oficial P
[En Archivo General de la Nación. División Nacional. 5-28-8-2.]
*• Solamente lo que va entre [ ] es lo que publica La Gaceta Mercantil, de 10 de mayo de 1838, N? 4762.
- Visto: 6122